lunes, 17 de noviembre de 2025

“EL 20 DE NOVIEMBRE ES TACUARA”


Por José Antonio Artusi

El 20 de noviembre se conmemora en Argentina el combate de la Vuelta de Obligado, que se libró en 1845. El Movimiento Nacionalista Tacuara adoptó la fecha en la década del 60 del siglo pasado como una efeméride central en el marco de sus actividades proselitistas. Este movimiento de extrema derecha fusionaba elementos del fascismo con el nacionalismo católico integrista y el revisionismo histórico, rechazando la democracia liberal y oponiéndose tanto al comunismo como al capitalismo. El antisemitismo, cierto conservadorismo social y el culto a la violencia también eran rasgos distintivos de su marco ideológico y su cultura política. La consigna "El 20 de noviembre es Tacuara" buscaba apropiarse de la efeméride, marcando una alternativa a las celebraciones históricas tradicionales y promoviendo su propia visión y protagonismo.

María Valeria Galván señala que “fechas importantes para la agrupación fueron el 20 de noviembre”, que se evocaba como el “Día de la Soberanía Nacional” … “cuando se realizaban actos conmemorativos y desfiles en los que no faltaban el despliegue de cruces, vítores, uniformes, la distribución de panfletos y el saludo romano”. También recuerda esta autora que “el 20 de noviembre de 1964, un grupo de afiliados al MNT —bajo el liderazgo de Juan Mario Collins— colgaron tres banderas en el Cabildo, con el fin de conmemorar el Día de la Soberanía Nacional, mientras sus compañeros vitoreaban afuera “San Martin-Rosas-Perón”.”

Juan Manuel Padrón apunta que “desde sus orígenes y especialmente después de 1962, los actos y mítines en recordación del “Día de la barbarie” –11 de septiembre– y el “Día de la soberanía nacional” –20 de noviembre–, se convirtieron en dos momentos en que Tacuara lograba movilizar millares de jóvenes en Buenos Aires, en actos que terminaban inexorablemente en violentos enfrentamientos con las fuerzas de seguridad o en un raid contra comercios judíos… El “Día de la barbarie” había sido instaurado en respuesta a los actos que se realizaban en homenaje a Domingo Faustino Sarmiento, en el aniversario de su muerte, figura del liberalismo decimonónico denostada por Tacuara y el nacionalismo argentino”.

Veamos su propia interpretación. En un artículo titulado “Soberanía o muerte”, publicado en noviembre de 1962, en “Ofensiva”, órgano oficial del Departamento de Formación del Movimiento Nacionalista Tacuara, se puede leer lo siguiente: “El 20 de noviembre se cumple un nuevo aniversario del combate de la Vuelta de Obligado… El Nacionalismo ha instituido esta fecha como el “Día de la Soberanía”. Tacuara quiere hacerla suya frente al silencio sistemático de los traidores de ayer y hoy y hacer vibrar a todos los argentinos con el ejemplo y la vivencia de la gesta heroica de Obligado”.  El final del texto no deja lugar a dudas acerca de la ideología de sus autores: “… necesitamos mirar para atrás los que creemos que a la Patria no se la defiende con papeletas, sino con tacuaras, cadenas y cañones viejos, con piedras o con aceite hirviendo. Los que creemos que las armas de la Patria deben apuntar para afuera y el degüello para los traidores de adentro. Los que afirmamos que hoy como entonces, en lugar de tanto palabrerío democrático y tanta imbecilidad liberal, hace falta la mano fuerte de un hombre macho, de un caudillo criollo, para conducir los destinos de esta Nación que ha dejado de serlo”.

Celina Albornoz considera que “el antiimperialismo y la defensa de la soberanía como vertebradores del MNT… se plasma en la centralidad que ocupaba en su imaginario la batalla de la Vuelta de Obligado como evento simbólico…; y transcribe las declaraciones de uno de sus integrantes: “Gutiérrez Rivero, en la entrevista publicada en YouTube, afirma: El “día de la soberanía”, el 20 de noviembre es producto de Tacuara. Hubo un jefe de prensa y propaganda de Tacuara que se llamaba Luis Ángel Barbieri, que murió, que inventó en el año 62, “el 20 de noviembre es Tacuara”. Y empezamos a hacer pegatinas “el 20 de noviembre es Tacuara”.”

Curiosamente, el destino quiso que el 20 de noviembre tuviera también otros significados para Tacuara. En el calendario histórico hay fechas que parecen tejidas por un hilo invisible de coincidencias, cargadas de simbolismo y capaces de unir eventos separados por siglos y océanos. El 20 de noviembre es una de ellas. En esta jornada se conmemora el Combate de la Vuelta de Obligado, pero también es el día de la muerte de dos figuras centrales del falangismo español: José Antonio Primo de Rivera y Francisco Franco Bahamonde.

El 20 de noviembre de 1936, en plena Guerra Civil Española, José Antonio Primo de Rivera fue ejecutado en la prisión de Alicante por un pelotón de fusilamiento republicano. Hijo del dictador Miguel Primo de Rivera, José Antonio había fundado en 1933 la Falange Española, un movimiento inspirado en el fascismo italiano de Mussolini, pero adaptado al catolicismo y al nacionalismo hispano. Primo de Rivera fue arrestado en marzo de 1936, antes del alzamiento franquista, y juzgado en noviembre por conspiración contra la República. Condenado a muerte, enfrentó su fin con estoicismo, convirtiéndose en mártir para los falangistas.

Casi cuatro décadas más tarde, el 20 de noviembre de 1975, Francisco Franco falleció tras una agonía prolongada. El "Caudillo" había gobernado España con mano de hierro desde 1939, tras vencer en la Guerra Civil. Tacuara encontró inspiración en el falangismo de Primo de Rivera, y - en mucho menor medida- en el autoritarismo franquista.

Ya hemos dicho (ver “El 20 de noviembre”, publicado el 12 de noviembre de 2023), que, contrariando la impostura de festejarlo como una heroica gesta nacional, “celebrar la Vuelta de Obligado equivale a reivindicar el centralismo porteño en detrimento de los intereses de las provincias del interior, el autoritarismo mesiánico que habilita a un dictador a decidir quién puede comerciar y quién no, el proteccionismo absurdo que perjudica a la enorme mayoría de los trabajadores y consumidores y favorece a una pequeña camarilla de seudo empresarios vinculados al gobierno de turno. Reivindicar ese combate como una gesta fundante de nuestra soberanía significa renunciar a reconocer las ventajas del libre comercio, de la libre navegación de los ríos y de la integración virtuosa al mundo como pilares de una sociedad abierta, próspera, tolerante y progresista”.

Como bien señaló José Luis Romero, el régimen rosista “extremó los términos del antiguo monopolio y acentuó el empobrecimiento de las provincias interiores, aisladas por sus aduanas interprovinciales”.

Algún día será menester derogar la absurda ley nacional 20.770, de 1974, por la que se declara “Día de la Soberanía” el 20 de noviembre de cada año, y el decreto 1584 de 2010 que estableció ese día como feriado nacional. Constituyen una de las tantas zonceras que hemos naturalizado.

 

Fuentes:

Albornoz, Cecilia Inés. " La derecha nacionalista argentina en perspectiva transnacional : historia y memoria del Movimiento Nacionalista Tacuara (1957-1973)." Repositorio Institucional de la UNSAM. 2021. https://ri.unsam.edu.ar/handle/123456789/1672.

Galván, María Valeria. "El Movimiento Nacionalista Tacuara y sus agrupaciones derivadas : una aproximación desde la historia cultural." Repositorio Institucional de la UNSAM. 2008. https://ri.unsam.edu.ar/handle/123456789/56.

Padrón, Juan Manuel. "¡Ni yanquis, ni marxistas! nacionalistas". Los Polvorines: Editorial de la Universidad Nacional de General Sarmiento, 2017.

Romero, José Luis. Breve Historia de la Argentina. Buenos Aires: Huemul, 1986.

 

Publicado en el diario La Calle el 16 de noviembre de 2025.

Leer más...

domingo, 16 de noviembre de 2025

EL CENTRO CULTURAL URQUIZA PRESENTE EN LA NOCHE DE LOS MUSEOS DE CONCEPCIÓN DEL URUGUAY



En el marco de la nutrida agenda prevista en la “Noche de los Museos” en Concepción del Uruguay, el Centro Cultural “Justo José de Urquiza” participó el viernes 14 en sendas actividades que contaron con la asistencia de numeroso público y contribuyeron al éxito de la iniciativa, que demuestra una vez más la vitalidad cultural de la Capital Histórica de Entre Ríos.

En primer lugar, en la Biblioteca Popular “La Buena Lectura”, tuvo lugar a partir de las 19.15 una charla sobre “El Art Deco en Argentina”, a cargo del arquitecto Carlos Canavessi. Cabe señalar que el arquitecto Canavessi es el autor de un panel que formó parte de una exposición sobre “Art Déco en Argentina”, inaugurada el 4 de noviembre en el sitio arqueológico La Cisterna, ubicado en el Casco Histórico de la Ciudad de Buenos Aires. La muestra es una iniciativa conjunta del Centro de Documentación de Arquitectura Latinoamericana (CEDODAL), la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), la Biblioteca del Congreso de la Nación y la Dirección General de Patrimonio, Museos y Casco Histórico del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. La muestra se organiza en paneles temáticos que presentan obras representativas del Art Déco argentino, acompañadas por información de autoría, ubicación y contexto histórico. Los ejes abarcan desde la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales Modernas de París (1925) hasta recorridos por la producción de figuras destacadas y estudios regionales sobre Buenos Aires, Bahía Blanca, Santa Fe, Rosario, Concepción del Uruguay, Córdoba, Mendoza y Tucumán. El edificio de la Biblioteca Popular “La Buena Lectura” es uno de los exponentes más significativos del estilo en nuestra ciudad.

Más tarde, a partir de las 20.15, el Salón “Alejo Peyret” del Colegio del Uruguay fue el ámbito en el que se presentó el libro “Los pasos de Teresa”, de la escritora paranaense Inés Ghiggi. La actividad estuvo organizada por el Centro Cultural Urquiza y la Asociación de Ex Alumnos del Colegio del Uruguay y contó con la colaboración de la Municipalidad de Concepción del Uruguay. La obra se trata de una biografía teatral de Teresa Ratto, primera bachiller argentina y primera médica entrerriana. Laura Erpen considera en el prólogo que se trata de una “singular, valiosa e indispensable obra dramática”. El libro propone un abordaje original, que combina rigor histórico con sensibilidad artística para recrear los pasos de esta destacada uruguayense que abrió caminos en la sociedad de su tiempo.  Teresa Ratto ejerció su vocación por la medicina con profundo compromiso social, impulsando campañas sanitarias, brindando atención a los sectores más humildes y promoviendo la participación de las mujeres en la vida pública, académica y laboral. Su legado trasciende el campo de la salud; representa la determinación, la lucha por la igualdad de oportunidades y el compromiso solidario con la comunidad.

Tras las palabras de bienvenida de Hugo Barreto, presidente del CCU, se interpretó por parte de la autora y un elenco actoral de la ciudad de Paraná (Virginia Rodríguez, Jorge Calcina y Ali Martino Granada) un breve fragmento de la obra.  Posteriormente Carlos Ratto y Virginia Civetta acompañaron a Inés Ghiggi en un conversatorio en el que dialogaron sobre la construcción del texto, la vigencia del legado de Teresa Ratto y la necesidad de mantener viva su memoria.

Leer más...

lunes, 10 de noviembre de 2025

A 36 AÑOS DE LA CAÍDA DEL MURO DE BERLÍN

Por José Antonio Artusi

Hoy lo que queda del muro de Berlín es tanto una inofensiva atracción turística como un testimonio del pasado que permite recordar los años en los que la ciudad estuvo divida por una peligrosa frontera prácticamente imposible de cruzar. Hace 36 años, el 9 de noviembre de 1989, el mundo fue testigo de un acontecimiento que cambiaría el curso de la historia: la caída del Muro de Berlín. Este muro, que durante 28 años dividió la ciudad en dos partes, se convirtió en un símbolo de la Guerra Fría.

Pero este evento histórico no solo marcó el fin de una era en Europa, sino que también representó una profunda transformación urbana, simbolizando la reunificación de una ciudad dividida por ideologías contrapuestas. Construido en 1961 por la República Democrática Alemana (RDA) para frenar la emigración masiva hacia el Oeste, el Muro se convirtió en un emblema de opresión, separando familias, barrios y vidas durante casi tres décadas. Su caída, impulsada por protestas pacíficas y presiones geopolíticas, abrió las puertas a una nueva era de integración urbana y social.

En el contexto de la posguerra, Berlín quedó dividida en cuatro sectores controlados por las potencias aliadas: Estados Unidos, Reino Unido, Francia y la Unión Soviética. La tensión escaló con la creación de la República Democrática Alemana (comunista) en 1949, y el éxodo de más de 2.5 millones de personas hacia la República Federal de Alemania (RFA) entre 1949 y 1961 amenazó la estabilidad del régimen comunista. La noche del 12 al 13 de agosto de 1961, se erigió el muro inicial de alambre de púas, evolucionando rápidamente a una barrera de hormigón de 3.6 metros de altura, fortificada con torres de vigilancia, minas y perros guardianes. Esta "franja de la muerte" no solo partió la ciudad en dos, sino que alteró su tejido urbano: calles truncadas, estaciones de metro cerradas y vecindarios fantasma, como el de Potsdamer Platz, que se convirtió en un páramo desolado.

La caída del Muro fue precipitada por una serie de eventos en 1989: las reformas de Mijaíl Gorbachov en la URSS (glasnost y perestroika), las protestas en Leipzig y otras ciudades de la RDA, etc. El 9 de noviembre miles de berlineses del Este se congregaron en los puestos de control, y ante la presión popular, los guardias abrieron las puertas sin disparar un tiro. Las escenas de júbilo, con personas trepando el Muro y martillándolo, simbolizaron el triunfo de la libertad sobre la tiranía. Al año siguiente, el 3 de octubre de 1990, se formalizó la reunificación alemana, iniciando un proceso de integración que requirió inversiones masivas en infraestructura.

Desde una perspectiva urbana, la caída del Muro impulsó una de las reconstrucciones más ambiciosas de la historia moderna. El gobierno alemán invirtió miles de millones en cerrar la brecha: se demolieron secciones del Muro, preservando otras como memoriales, y se revitalizaron áreas abandonadas. Esta transformación adoptó principios de urbanismo sostenible, priorizando el transporte público, ciclovías y parques lineales a lo largo de la antigua franja, como el Mauerpark. Berlín se convirtió en un laboratorio de innovación urbana, integrando el patrimonio histórico con la modernidad, y promoviendo la inclusión social en barrios previamente segregados.

La reunificación impulsó un ambicioso programa de renovación urbana para superar la división impuesta por el Muro, que había dejado extensas "zonas muertas" y una infraestructura fragmentada. Áreas como Potsdamer Platz, antes un desierto urbano dividido por el Muro desde 1961, se convirtieron en centros comerciales y de oficinas con rascacielos modernos, diseñados mediante concursos internacionales y financiados por inversores privados. Este desarrollo, completado en los años 90, simbolizó el nuevo escenario de la Berlín unida.

Además, iniciativas como el Berliner Mauerweg (Sendero del Muro de Berlín, 2002-2006) crearon rutas recreativas que recorren 160 km de antiguos trazados fronterizos, fomentando la movilidad sostenible.

En el Este, la renovación se centró en restaurar barrios históricos descuidados durante la RDA (República Democrática Alemana), como Prenzlauer Berg o Nikolaiviertel, que en los 80 ya habían sido remodelados con estilos históricos para el 750 aniversario de Berlín.

Tras la reunificación, estos se convirtieron en zonas residenciales y comerciales de lujo. En el Oeste, se priorizó infraestructura moderna, aunque la continuidad en políticas urbanas fue notable, con exclusión de planificadores del Este en decisiones clave.

Este impacto generó un boom económico y cultural, convirtiendo Berlín en una "ciudad de cultura" con espacios adaptados a necesidades contemporáneas, pero también críticas por desigualdades y pérdida de identidad local.

La reunificación aceleró la valoración del patrimonio como herramienta de identidad unificada, pero generó tensiones entre conservación, demolición y reconstrucción. Se preservó el legado de la división como memoria colectiva, mientras se restauraban elementos históricos, aunque con debates ideológicos.

Sitios como el Memorial del Muro de Berlín en Bernauer Strasse conservaron segmentos del Muro, franjas de la muerte y torres de vigilancia, integrados con exposiciones educativas y la Capilla de la Reconciliación para fomentar reflexión y duelo. La East Side Gallery, el tramo más largo restante, se convirtió en galería al aire libre con murales restaurados por artistas, valorizando el arte como expresión de libertad.

La reconstrucción del Palacio Imperial de Berlín (destruido en 1945, reconstruido como Humboldt Forum en 2022) fue controvertida: implicó demoler el Palacio de la República (edificio racionalista de la RDA) en 2006, borrando la herencia socialista por una reconstrucción historicista. La recreación parcial del palacio barroco destruido, ahora un centro cultural, integra fachadas históricas con interiores modernos, cerrando el ciclo de la reunificación.

Algunas de los edificios más icónicos y representativos, construidos o renovados después de la reunificación son la Cúpula del Reichstag, de 1999, obra de Norman Foster, donde la renovación del edificio histórico del Parlamento Alemán incluyó una cúpula de vidrio que simboliza la transparencia en la Alemania unida.

A su vez, perduran algunos edificios que como testimonio de la Berlín Comunista. Muchos sobreviven como recordatorios de la división de la ciudad. Aunque algunos como el Palacio de la República fueron demolidos en 2008, otros permanecen intactos o reconvertidos: la Torre de Televisión en Alexanderplatz, de 1969, por ejemplo, el ícono más alto de Berlín simboliza el orgullo tecnológico de la RDA.

La reunificación catalizó una Berlín más integrada y atractiva, pero el patrimonio se valorizó selectivamente: preservando la memoria de la división como activo cultural, restaurando lo histórico pre-1945, y a veces sacrificando elementos de la era socialista. Esto refleja un proceso complejo, donde la arquitectura y el urbanismo sirvieron como puente entre pasado y futuro.

La caída del Muro tuvo consecuencias profundas y duraderas. Marcó el fin de la Guerra Fría y el comienzo de una nueva era de cooperación internacional pero también de nuevos conflictos y contradicciones. Hoy, a 36 años de aquellos sucesos, la caída del Muro de Berlín sigue siendo un recordatorio poderoso de la necesidad de valorar y cuidar cotidianamente la libertad y la democracia. Y nos recuerda que incluso lo que en algún momento parece imposible puede ser logrado con determinación y perseverancia.

 

Publicado en el diario La Calle el 9 de noviembre de 2025.

Leer más...

jueves, 6 de noviembre de 2025

LA LÍNEA F DEL SUBTE DE BUENOS AIRES: UNA OPORTUNIDAD EXTRAORDINARIA PARA EL DESARROLLO URBANO SOSTENIBLE Y EQUITATIVO

Por José Antonio Artusi

La Ciudad de Buenos Aires se encuentra ante una oportunidad histórica con motivo del anuncio de la licitación para la construcción de la nueva Línea F del subte. Esta línea conectará los barrios de Barracas en el sur con Palermo en el norte, y contará con 12 estaciones.

Esta obra de infraestructura no solo mejorará la movilidad urbana, reduciendo tiempos de viaje y descongestionando el tráfico, sino que también generará una valorización extraordinaria del suelo en las áreas adyacentes. Propiedades cercanas a las estaciones tendrán incrementos significativos en su valor. Esta valorización se debe a la mayor accesibilidad y conectividad que brindará la nueva línea, lo que atraerá inversiones, aumentará la demanda de propiedades y mejorará la calidad de vida de los habitantes.

El Gobierno de la Ciudad tiene la posibilidad de capturar esta plusvalía —el aumento en el valor del suelo generado por inversión pública— y reinvertirla en proyectos de desarrollo urbano sostenible y equitativo. Esto incluye mejoras en espacios verdes, vivienda asequible, transporte, infraestructura de servicios públicos y equipamiento comunitario. En un contexto de presupuestos ajustados y crecientes demandas urbanas, la recuperación o captura de la valorización del suelo emerge como una herramienta estratégica.

La recuperación de las plusvalías del suelo se basa en el principio de que las inversiones públicas, como la construcción de líneas de transporte, generan beneficios al aumentar el valor de las tierras cercanas. Es de sentido común entender que esta valorización generada por la comunidad debe ser recuperada por el sector público para financiar obras y servicios para la sociedad en su conjunto, asegurando que los beneficios se distribuyan equitativamente, y no que vaya a enriquecer sin justa causa a los propietarios del suelo, que sin mover un dedo ven como de pronto sus parcelas incrementan de manera significativa su valor. Esto no es nuevo, ni ajeno a las mejores tradiciones del liberalismo económico; ya lo plantearon en su momento Adam Smith, John Stuart Mill, Winston Churchill y Henry George, entre otros.

Diversas herramientas, desde la sencilla y conocida contribución por mejoras o el impuesto al suelo, hasta mecanismos más complejos como tasas de impacto, impuestos incrementales y subastas de derechos de construcción, permiten recuperar y reinvertir estos incrementos.

Aplicado al transporte, la recuperación de plusvalías urbanas ha demostrado ser efectiva para financiar obras de infraestructura. El Instituto Lincoln de Políticas de Suelo destaca que inversiones en estaciones de subte o tren elevan el valor del suelo en un radio de hasta 1 kilómetro, generando ingresos que pueden cubrir costos de construcción y operación.

La recuperación de plusvalías urbanas no solo puede financiar la infraestructura de movilidad, sino que puede también promover el desarrollo orientado al transporte (TOD, por sus siglas en inglés), integrando vivienda, comercio y espacios públicos para reducir la dependencia del automóvil y fomentar la equidad social.

Buenos Aires cuenta con una rica historia en expansión de su red de subte, inaugurada en 1913 como la primera en América del Sur. Durante la década de 1980 se impulsaron extensiones como parte de planes de revitalización urbana. Estas ampliaciones, aunque limitadas, demostraron el potencial transformador del subte: mejoraron la conectividad de algunas áreas y estimularon el desarrollo económico local. Y se utilizó para ello el instrumento del incremento temporal de la tasa del impuesto inmobiliario. La ley 23514 de 1987 creó un fondo especial fijando un recargo del 5% para toda la ciudad y un adicional del 2.4% para las propiedades ubicadas en un radio de 400 metros desde las estaciones. En 2012 ese fondo representó 750 millones de dólares. Cabe enfatizar que, al igual que en todos los demás distritos de la República Argentina, el impuesto inmobiliario (en rigor de verdad, la combinación de dos impuestos, uno bueno que grava el valor del suelo y uno malo que grava las mejoras y construcciones) representa un porcentaje muy poco significativo de la recaudación impositiva, en la que prima esa gabela medieval distorsiva y regresiva conocida como “ingresos brutos”. El economista liberal Eduardo Conesa ha demostrado que el impuesto al valor venal de la tierra libre de mejoras en el caso de la Ciudad de Buenos Aires permitiría por sí solo recaudar tanto como todos los impuestos que aplica su gobierno; sería la utopía del “impuesto único” de los fisiócratas franceses del siglo XVIII hecha realidad.          

Varias ciudades han utilizado exitosamente la recuperación de plusvalías urbanas para financiar expansiones de tránsito, ofreciendo modelos para Buenos Aires. Hong Kong es un caso emblemático: integra el desarrollo inmobiliario con el transporte, capturando plusvalía a través de ventas y arrendamientos de propiedades sobre estaciones. Esto ha financiado una red de transporte público eficiente que cubre un altísimo porcentaje de los viajes motorizados, con reinversión en vivienda asequible y espacios públicos verdes. En América Latina, Bogotá implementó un mecanismo de recuperación de plusvalías en su sistema de Bus Rapid Transit denominado TransMilenio, mediante contribuciones por mejoras que capturaron el alza en valores del suelo. Esto permitió expandir la red e invertir en vivienda social y ciclovías, reduciendo desigualdades. En São Paulo, Brasil, el uso de certificados de potencial adicional de construcción (CEPACs) ha financiado diversas obras, con fondos reinvertidos en proyectos de viviendas, parques, etc. Singapur ofrece otro ejemplo: recupera plusvalías mediante subastas de derechos de desarrollo, financiando una red de metro integrada que prioriza la equidad y la sostenibilidad ambiental.

Estos casos demuestran que la recuperación de plusvalías no solo es viable, sino que genera círculos virtuosos de inversión privada en economías capitalistas.

Para recuperar la plusvalía de la Línea F, el Gobierno de la Ciudad podría adoptar un sistema integrado de instrumentos tributarios y no tributarios inspirado en estos ejemplos.

Escapa a los alcances de un artículo periodístico analizar en profundidad cuales deberían ser las herramientas concretas que podrían utilizarse, pero a priori podría evaluarse una combinación de instrumentos articulados a su vez en el marco de una reforma tributaria que elimine impuestos distorsivos y grave la valorización del suelo libre de mejoras, que siempre es producto de acciones ajenas al propietario. Sólo a modo de ejemplo, podríamos pensar en contribuciones especiales por mejoras, distritos de financiamiento incremental del impuesto inmobiliario, concesión onerosa de edificabilidad adicional como en São Paulo, etc. De hecho, la Ciudad de Buenos Aires ya cuenta con un instrumento similar en su normativa, conocido precisamente como “plusvalía”.

La reinversión debe priorizar la sostenibilidad y equidad: fondos para crear corredores verdes a lo largo de la línea, mejorar las condiciones de barrios más postergados, promover la integración socio-urbana de barrios populares, etc. Es importante evitar que el desarrollo urbano expulse familias vulnerables, por lo que debería incluirse un ambicioso programa de construcción de viviendas.

La Línea F representa una ventana de oportunidades para que Buenos Aires comience a transformar radicalmente su política urbanística. Aprendiendo de la experiencia propia y de éxitos y fracasos de otras latitudes, la ciudad puede encarar un proceso de desarrollo sostenible que beneficie a todos, y que sería un valiosísimo ejemplo para el país en su conjunto.


Publicado en el diario La Calle el 2 de noviembre de 2025. 

Leer más...

martes, 28 de octubre de 2025

A 69 AÑOS DEL “OTOÑO HÚNGARO”


Por José Antonio Artusi

A alguien que recorra hoy las calles de Budapest, la bella capital de Hungría, probablemente le resulte difícil imaginarlas tal como eran hace 69 años, cuando se constituyeron en el escenario de algunos de los enfrentamientos que se dieron en el marco de una rebelión que sería conocida como el "Otoño Húngaro”, un movimiento que canalizó el anhelo de libertad de un pueblo oprimido que se enfrentó al yugo del imperialismo soviético.

Ocurrida en diversas ciudades de Hungría durante los meses de octubre y noviembre de 1956, esta revuelta sacudió las bases del bloque comunista y expuso las contradicciones y miserias del estalinismo soviético, apenas tres años después de la muerte de Stalin. En un mundo aún marcado por las secuelas de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, los eventos de Hungría se convirtieron en un símbolo de resistencia contra la dominación extranjera y el autoritarismo ideológico.

Lo que comenzó como una protesta estudiantil pacífica contra el régimen comunista impuesto por la Unión Soviética, rápidamente se transformó en una revolución nacional que demandaba libertad, democracia y la retirada de las tropas rusas. Este episodio no solo marcó un hito en la Guerra Fría, sino que ofrece lecciones cruciales para el mundo actual, donde la democracia liberal en Europa enfrenta amenazas internas de tendencias autoritarias y populistas, así como externas provenientes tanto de la ambición hegemónica del persistente imperialismo ruso como de movimientos fundamentalistas teocráticos anclados en la yihad islámica que no comparten los valores universalistas de la modernidad occidental.   

Para comprender el contexto, es necesario retroceder a la posguerra. En Hungría, poco después del fin de la Segunda Guerra Mundial, y bajo el manto de la "liberación", el Ejército Rojo impuso un régimen comunista liderado por Mátyás Rákosi, un estalinista ortodoxo que replicó el modelo soviético: colectivización forzada de la agricultura, industrialización acelerada a costa de la población, represión política mediante la policía secreta (ÁVH) y un culto a la personalidad que sofocaba cualquier disidencia. La economía húngara, ya debilitada, se hundió en la ineficiencia y la escasez, mientras miles eran enviados a campos de trabajo o ejecutados en purgas. La muerte de Stalin en 1953 y el subsiguiente "deshielo" promovido por Nikita Jruschov en la Unión Soviética abrieron una ventana de esperanza. En su discurso ante el XX Congreso del Partido Comunista soviético en febrero de 1956, Jruschov denunció los crímenes de Stalin, lo que desencadenó olas de descontento en los países satélites, como Polonia y Hungría.

En Budapest, el fermento intelectual y estudiantil fue el catalizador de la revuelta. El 23 de octubre de 1956, miles de estudiantes universitarios de Budapest se congregaron en una manifestación pacífica, inspirados por las protestas polacas en Poznan pocos meses antes. Exigían reformas: libertad de prensa, elecciones multipartidistas, retirada de las tropas soviéticas y el fin de la represión. Lo que comenzó como una marcha ordenada escaló rápidamente cuando la multitud derribó la estatua de Stalin en la Plaza de los Héroes, un acto simbólico de rechazo al dominio extranjero. Al anochecer, los manifestantes se dirigieron a la sede de la Radio Húngara para difundir sus demandas, pero fueron recibidos con fuego por la ÁVH. Este incidente encendió la chispa: la rebelión se extendió por la ciudad, con trabajadores uniéndose a los estudiantes, armados con botellas molotov y armas improvisadas. Para la medianoche, Budapest era un hervidero de barricadas y combates callejeros.

El gobierno comunista, encabezado por Ernő Gerő, un fiel a Rákosi, solicitó la intervención soviética inmediata. Tanques rusos entraron en la capital el 24 de octubre, pero en lugar de sofocar la rebelión, la avivaron. Los húngaros, con una tenacidad que recordaba sus tradiciones independentistas –desde las revueltas contra los Habsburgo hasta la resistencia antifascista–, respondieron con acciones de guerrilla urbana. En provincias como Győr y Debrecen, consejos obreros tomaron el control local, evocando los sóviets de la Revolución Rusa de 1917, pero con un giro anticomunista: demandaban apertura democrática y libertad, no dictadura del proletariado.

En este caos, emergió la figura de Imre Nagy, un comunista reformista que había sido marginado por Rákosi. Nombrado primer ministro el 24 de octubre, Nagy intentó navegar entre la lealtad a Moscú y las demandas populares. Inicialmente, prometió reformas y un alto el fuego, pero la presión de las calles lo empujó más allá: el 28 de octubre, anunció la retirada soviética de Budapest, la disolución de la ÁVH y la formación de un gobierno multipartidista. Partidos históricos como el de los Pequeños Propietarios y el Socialdemócrata resurgieron, y el cardenal József Mindszenty, liberado de prisión, simbolizó la restauración de la libertad religiosa. Por unos días, Hungría vivió una efímera primavera con aires de libertad en pleno otoño: periódicos independientes circulaban, sindicatos libres se organizaban y la bandera nacional, con el escudo comunista recortado, flameaba en las calles.

Sin embargo, esta ilusión de liberación fue breve. Jruschov, temiendo un efecto dominó detrás de la “cortina de hierro” en el bloque comunista, decidió aplastar el intento reformista. El 1 de noviembre, Nagy declaró la neutralidad de Hungría y su salida del Pacto de Varsovia, un paso que Moscú interpretó como una traición inaceptable. Tres días después, el 4 de noviembre, varias divisiones soviéticas invadieron el país. Budapest fue bombardeada sin piedad; el Parlamento y barrios enteros quedaron en ruinas. Los insurgentes resistieron heroicamente durante una semana, pero la superioridad militar rusa fue abrumadora. Nagy buscó refugio en la embajada yugoslava, pero fue traicionado y entregado a los soviéticos. János Kádár, un comunista prosoviético, fue instalado como nuevo líder, inaugurando una era de represión que duró hasta 1989.

Las cifras dan una idea de la magnitud de la tragedia: al menos 2.500 húngaros murieron, 20.000 fueron heridos y 200.000 huyeron al Oeste, convirtiéndose en refugiados que Occidente acogió como héroes de la libertad. Del lado soviético, cayeron unos 700 soldados. Nagy y otros líderes fueron juzgados en secreto y ejecutados en 1958, sus cuerpos enterrados en fosas comunes. La ONU condenó la intervención, pero la inacción occidental dejó un amargo sabor de abandono.

Desde una perspectiva histórica, el Otoño Húngaro no fue solo una revuelta anticomunista, sino un llamado a avanzar hacia el logro de un gobierno humanizado, que hiciera realidad los reclamos de libertad, igualdad, y efectiva participación ciudadana. Sin embargo, el aplastamiento soviético reforzó la Guerra Fría, demostrando que Moscú no toleraría desviaciones. El Otoño Húngaro fue un precursor de la Primavera de Praga en 1968, y de las huelgas del sindicato Solidaridad en Polonia en los ´80, culminando con la caída del Muro de Berlín en 1989.

En un mundo donde resurgen autoritarismos disfrazados de progresismo o nacionalismo, la revuelta de 1956 nos insta a recordar la necesidad de defender el pluralismo, la libertad de expresión, la universalidad de los derechos humanos y la soberanía popular. Hoy, Hungría, Europa, Occidente y el mundo entero enfrentan nuevos desafíos, pero el espíritu democrático de aquel otoño de 1956 sigue siendo motivo de inspiración. El “Otoño húngaro” nos recuerda la siempre presente necesidad de cuidar y fortalecer la democracia republicana todos los días.


Publicado en el diario La Calle el 26 de octubre de 2025.

Leer más...

lunes, 20 de octubre de 2025

VINCENT DE GOURNAY: “DEJEN HACER, DEJEN PASAR…”

Por José Antonio Artusi

Jacques Claude Marie Vincent de Gournay nació en Saint Malo, Francia, el 28 de mayo de 1712 y murió en Cádiz, España, el 27 de junio de 1758.

Se dedicó con éxito a actividades comerciales en Cádiz y luego el rey de Francia Luis XV lo designó superintendente mercantil, cargo que ejerció entre 1751 y 1758. Considerado uno de los precursores del liberalismo económico, combatió el mercantilismo e influyó en los economistas fisiócratas, especialmente Jacques Turgot, que escribió “Elogio de Gournay” valorando sus aportes.

Se lo recuerda a Gournay como el autor o el divulgador de la célebre consigna “laissez faire, laissez passer”, o sea, “dejen hacer, dejen pasar”; una síntesis que resultaría fundamental en la historia del pensamiento económico. En sólo cuatro palabras se resumió la idea que propugnaba eliminar las restricciones feudales y corporativas al trabajo y a la inversión, y favorecer el libre intercambio entre las naciones. Se le ha atribuido también la invención del término “burocracia”.     

En el turbulento siglo XVIII francés, marcado por el mercantilismo y las rígidas regulaciones estatales, Gournay no solo desafió el statu quo económico de su época, sino que influyó en movimientos que trascendieron fronteras y siglos. Gournay abogó por un sistema donde el comercio fluyera libremente, sin las cadenas de impuestos arbitrarios ni monopolios reales. Sus ideas influyeron en los fisiócratas franceses, los liberales británicos y, más tarde, en el economista estadounidense Henry George.

Gournay provenía de una familia de comerciantes. A los 17 años, se mudó a Cádiz, España, donde pasó 15 años inmerso en el mundo del comercio internacional. Esta experiencia práctica le permitió observar de primera mano los perjuicios de las barreras arancelarias y las regulaciones mercantilistas que favorecían a unos pocos en detrimento del bienestar general. De regreso en Francia en 1744, ingresó al servicio público de la mano del ministro Jacques Necker, y promovió reformas liberales. Viajó por las provincias francesas inspeccionando industrias y abogando por la eliminación de restricciones al comercio interior y exterior. Su muerte prematura en 1759, a los 47 años, no impidió que sus ideas se propagaran, gracias a seguidores como Turgot y Quesnay.

Uno de los aportes más significativos de Gournay al liberalismo económico fue su ferviente defensa del libre comercio. En una era dominada por el mercantilismo –que priorizaba la acumulación de metales preciosos–, Gournay argumentaba que el Estado debía abstenerse de interferir en las transacciones económicas. Criticaba las guildas y monopolios que sofocaban la innovación y la creatividad, afectando la productividad y perjudicando en última instancia a la sociedad en su conjunto.   

Esta visión no solo promovía el intercambio internacional sin aranceles punitivos, sino que enfatizaba cómo el libre flujo de bienes beneficiaría a productores y consumidores por igual, fomentando el crecimiento económico sin necesidad de subsidios estatales.

Una idea complementaria desarrollada más plenamente por sus sucesores fue la de una tributación justa y eficiente. Los fisiócratas veían la tierra como la fuente última de riqueza, particularmente en una sociedad agraria como la francesa. Argumentaban que impuestos sobre el trabajo o el capital desincentivaban la producción y la innovación. En cambio, proponían un "impôt unique" o sea impuesto único sobre la renta neta de la tierra –el excedente generado por la fertilidad y ubicación del suelo, no por mejoras humanas–. Esta renta, según ellos, era un valor creado por la sociedad en su conjunto, no por el esfuerzo individual del propietario. Al gravar solo este aspecto, se liberaría el trabajo y el capital de cargas fiscales, permitiendo un mayor dinamismo económico. Aunque Gournay no formalizó esta teoría en un tratado exhaustivo, sus discusiones con Quesnay y Turgot pudieron haber servido para sentar las bases para que los fisiócratas la adoptaran como idea central.

Esta aproximación no solo buscaba eficiencia fiscal, sino equidad: los terratenientes ociosos pagarían más, mientras que los trabajadores y emprendedores prosperarían sin penalizaciones.

La influencia de Gournay en los fisiócratas franceses fue profunda y directa. Sin embargo, Turgot y Gournay no suscribieron todas las excentricidades fisiócratas, como la exclusividad agrícola, prefiriendo un enfoque más amplio que valorara también el comercio y la industria.

Más allá de Francia, las ideas de Gournay cruzaron el Canal de la Mancha, influyendo en los liberales británicos. Aunque no interactuó directamente con Adam Smith, su defensa del libre comercio puede advertirse en "La Riqueza de las Naciones" (1776).

Finalmente, el legado de Gournay se proyectó al siglo XIX a través de Henry George, el economista estadounidense cuya filosofía revivió el impuesto único sobre el valor de la tierra libre de mejoras, dejando sin gravar todo tipo de construcciones y mejoras. George, en su obra "Progreso y miseria” (1879), argumentaba que la pobreza persistía pese al progreso porque los propietarios acaparaban la renta territorial no ganada por su propio esfuerzo. Influenciado por los fisiócratas, a quienes dedicó tributos explícitos, George adaptó el "impôt unique" al contexto industrial y urbano, proponiendo un impuesto sobre el valor del suelo libre de mejoras para financiar el gasto público y poder de esa manera eliminar otros gravámenes, idealmente todo otro tributo. Esto liberaría el trabajo y el capital, alineándose con el laissez-faire de Gournay. Aunque George llegó a conclusiones similares independientemente, admitió la afinidad con los fisiócratas en temas de libertad económica y equidad fiscal. No en vano le dedicó su libro “Proteccionismo o libre comercio” “a la memoria de aquellos ilustres franceses – Quesnay, Turgot, Mirabeau, Condorcet, Dupont y sus compañeros, que en la noche del despotismo previeron las glorias del día venidero”. Entre esos compañeros estaba obviamente Gournay, aunque era menos conocido ya que publicó muy poco. En la mencionada obra Henry George caracteriza a los fisiócratas como una “escuela de hombres eminentes encabezados por Quesnay, quienes fueron los predecesores de Adam Smith y, en muchos aspectos, sus maestros. Estos economistas franceses eran lo que ni Smith ni ningún economista o estadista británico posterior han sido: verdaderos librecambistas. Querían eliminar no solo los derechos proteccionistas, sino todos los impuestos, directos e indirectos, salvo un solo impuesto sobre el valor de la tierra”, a la vez que califica a dicha idea como la “conclusión lógica de los principios del libre comercio”.

El movimiento georgista influyó posteriormente en reformas impositivas en algunas ciudades de Estados Unidos y otros países, demostrando cómo las ideas sobre tributación territorial derivadas del concepto del impuesto único podían servir para combatir desigualdades y promover la eficiencia y el desarrollo.

Vincent de Gournay fue un catalizador del liberalismo cuya insistencia en el libre comercio y una tributación justa y eficiente transformó el pensamiento económico. De los fisiócratas franceses a los liberales británicos y más tarde a Henry George, su visión de un "orden natural" económico –libre de interferencias opresivas– anticipó debates actuales sobre globalización, desarrollo y sostenibilidad. En un mundo aún plagado por guerras comerciales, absurdas barreras proteccionistas, y desigualdades territoriales y sociales, las lecciones de Gournay siguen invitando a reflexionar. Su legado perdura, recordándonos que la verdadera riqueza y el progreso surgen de la combinación virtuosa de libertad e igualdad.

 

Publicado en el diario La Calle el 19 de octubre de 2025.

Leer más...

lunes, 13 de octubre de 2025

EL DERECHO A LA CIUDAD EN LA NUEVA CONSTITUCIÓN DE SANTA FE, UN AVANCE NORMATIVO QUE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS PONDRÁN BAJO ESCRUTINIO

Por José Antonio Artusi

El pasado 11 de septiembre el Boletín Oficial de la Provincia de Santa Fe publicó el texto de la Constitución reformada, sancionada el día anterior. El artículo 35 reza textualmente: “La Provincia reconoce el derecho a la ciudad fundado en el uso pleno y equitativo, en su función social y ambiental, en los principios de participación ciudadana, gestión democrática, justicia espacial, equidad social e intergeneracional y respeto a la diversidad cultural. La Provincia favorece el arraigo poblacional mediante políticas de integración territorial, la vinculación del entorno urbano y rural y el acceso equitativo al hábitat digno. Impulsa el derecho a la movilidad y sistemas de transporte integrados, accesibles, seguros y sostenibles; la integración socio-urbana; los sistemas de gestión integral de riesgos; y la recuperación del incremento del valor en bienes privados producidos por inversión o decisión estatal, urbanización o planificación públicas para financiar infraestructuras, servicios y ordenamiento territorial y ambiental de acuerdo con lo dispuesto por la normativa. Promueve políticas especiales para el desarrollo sostenible de ciudades pequeñas e intermedias y generar impactos económicos, sociales y ambientales positivos en zonas urbanas, periurbanas y rurales”.

El concepto de "derecho a la ciudad" no es nuevo. Acuñado por el filósofo francés Henri Lefebvre a fines de los ´60, ha evolucionado de diversas maneras como un marco conceptual amplio y sujeto a diversas interpretaciones. De esta manera, se fue consolidando la idea del derecho a la ciudad como un conjunto sistemático de derechos, que implica no solo la asequibilidad a la vivienda adecuada y servicios básicos, sino también el derecho a la movilidad urbana, a equipamientos comunitarios y espacios públicos de calidad que promuevan la integración social, la participación ciudadana,  y el logro de entornos saludables y seguros.

Estamos frente a una novedad en el derecho constitucional argentino que vale la pena analizar con sumo detenimiento. ONU Hábitat define al derecho a la ciudad como “el derecho de todos los habitantes a habitar, utilizar, ocupar, producir, transformar, gobernar y disfrutar ciudades, pueblos y asentamientos urbanos justos, inclusivos, seguros, sostenibles y democráticos, definidos como bienes comunes para una vida digna”.

En el texto adoptado por los convencionales santafesinos es particularmente relevante el mandato de impulsar “la recuperación del incremento del valor en bienes privados producidos por inversión o decisión estatal. Parece claro que cuando se dice “bienes privados” se está pensando en el suelo, pero no se lo enuncia de manera expresa.

Veamos algunos antecedentes. La Constitución de España dispone en su artículo 47 que “todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos”.  El artículo 47 de la Constitución española no lo explicita taxativamente, pero es conveniente aclarar que las plusvalías a las que se refiere son precisamente incrementos del valor del suelo.  

La Constitución de Colombia, en su artículo 82, establece que “las entidades públicas participarán en la plusvalía que genere su acción urbanística y regularán la utilización del suelo y del espacio aéreo urbano en defensa del interés común”.

La Constitución de México, en una reforma introducida en 1983, estipula que los municipios “percibirán las contribuciones, etc.…, así como las que tengan por base el cambio de valor de los inmuebles”, sin distinguir entre suelo y construcciones o mejoras, distinción clave que se omite.

La Constitución de la Ciudad de México, de 2015, reconoce explícitamente el derecho a la ciudad y lo enuncia de manera muy amplia (artículo 12): “La Ciudad de México garantiza el derecho a la ciudad que consiste en el uso y el usufructo pleno y equitativo de la ciudad, fundado en principios de justicia social, democracia, participación, igualdad, sustentabilidad, de respeto a la diversidad cultural, a la naturaleza y al medio ambiente”.

En Brasil en 2001 se aprobó el Estatuto de la Ciudad, una ley federal que reglamenta artículos incorporados en la Constitución brasileña en 1988, concretamente el 182 y el 183, que, si bien no se refieren expresamente al “derecho a la ciudad”, forman parte de un capítulo titulado “De la política urbanística”. El 182 dispone que “la política de desarrollo urbanístico, ejecutada por el Poder Público Municipal, de acuerdo con las directrices generales fijadas en la ley, tiene por objeto ordenar el pleno desarrollo de las funciones sociales de la ciudad y garantizar el bienestar de sus habitantes”. A continuación, establece una serie de instrumentos concretos que pone a disposición de los municipios (recordemos que Brasil, al igual que Argentina, es un país federal con autonomías municipales). Entre esos instrumentos, la subdivisión o edificación obligatorias de parcelas urbanas vacantes en áreas consolidadas y el impuesto predial progresivo en el tiempo. Lo que los brasileños llaman impuesto predial es el equivalente a nuestro impuesto inmobiliario, con la diferencia de que allá lo cobran los municipios, que, de esa manera, y más aún con los instrumentos previstos en la Constitución y reglamentados en el Estatuto de la Ciudad, tienen una caja de herramientas muy versátil para gestionar el suelo y para recuperar y reinvertir su valorización, que se genera como producto de acciones de la comunidad.  La aplicación de dichos instrumentos no es obligatoria para los municipios brasileños, y el panorama de aquellos que han avanzado por ese camino es muy heterogéneo. Es interesante destacar el caso de la Prefeitura de Sao Paulo, que en medio de tremendas y obvias dificultades ha logrado poner en marcha un sistema integrado de mecanismos sofisticados de planificación y gestión del desarrollo urbano. Con estos instrumentos ha implementado un proceso de regularización y mejora de favelas y de construcción de viviendas e infraestructura para relocalizar habitantes de asentamientos irrecuperables.

El interrogante surge naturalmente: ¿estamos frente a un genuino avance hacia el logro de ciudades más prósperas, sostenibles y equitativas, o se trata de una mera declamación cargada de simbolismo y de corrección política en un contexto de desigualdades urbanas persistentes, sin el vínculo concreto a las “efectividades conducentes” que harían posibles los ambiciosos objetivos que se plantean (por ejemplo, la articulación con la política tributaria)?

Podría decirse que estamos a priori frente a un avance interesante, más allá de las críticas puntuales que pueda merecer la redacción o la técnica legislativa adoptadas. Pero el éxito, o el fracaso, dependerán de leyes reglamentarias, voluntad política articulada en diversos niveles y presupuestos acordes; sin ellas, el derecho podría quedar en "letra muerta".

Se requerirán por lo tanto normas operativas, recursos y gestiones articuladas sostenidas en el tiempo; de lo contrario se correrá el riesgo de repetir fracasos de otros países, donde los derechos existen sólo en el papel.

Esta reforma podría ser solo un capítulo más en la crónica de promesas incumplidas o bien el inicio de un proceso virtuoso que lleve a la posibilidad de construir mejores ciudades y mejor ciudadanía. Las políticas públicas irán resolviendo ese dilema, en un sentido u otro.

 

Publicado en el diario La Calle el 12 de octubre de 2025.

Leer más...

domingo, 5 de octubre de 2025

EL ÉXTASIS DE SANTA TERESA



Por José Antonio Artusi

Se cumplen 443 años de la muerte de Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada, más conocida como Santa Teresa de Jesús o Santa Teresa de Ávila. Teresa, descendiente de judíos conversos, nació en Gotarrendura el 28 de marzo de 1515 y murió en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582. Algunas fuentes difieren en la fecha de su muerte y la datan el 15 de octubre, dado que coincide con la transición del calendario juliano al gregoriano en España.

Monja y escritora mística, en 1562 Teresa fundó el primer convento de Carmelitas Descalzas - Convento de San José - en Ávila. Posteriormente, junto con San Juan de la Cruz, fundó la Orden de los Carmelitas Descalzos. Fue beatificada en 1614, canonizada en 1622, declarada patrona de los escritores católicos españoles en 1965 y proclamada doctora de la Iglesia Católica en 1970.

En una época en que la Iglesia sospechaba de las mujeres místicas y las consideraba propensas a la inestabilidad emocional, ella argumentó que las mujeres podían alcanzar la perfección espiritual y desempeñar diversos roles. Fue investigada por la Inquisición, pero no encontraron nada en sus escritos que pueda ser considerado herético.  

En Roma, a 650 metros de la iglesia de Sant ‘Andrea y a 500 metros de la iglesia de San Carlino a las que nos referimos en esta hoja el 7 de septiembre pasado, en la modesta iglesia de Santa María della Vittoria diseñada por Carlo Maderno, se puede apreciar una de las maravillas más fascinantes del arte barroco: el grupo escultórico “El Éxtasis de Santa Teresa” en la Capilla Cornaro, obra de Gian Lorenzo Bernini finalizada en 1652.

Esta obra de arte es mucho más que una escultura aislada que puede localizarse de manera aséptica en la sala de cualquier museo; es más bien un intento de brindar una experiencia integral a través de la fusión de la escultura y la arquitectura, dotadas a su vez de efectos lumínicos; diseñada ex profeso de esa manera para conmover al espectador y reforzar la devoción religiosa en una época de crisis espiritual. Encargada por el cardenal veneciano Federico Cornaro para su capilla funeraria, la obra centraliza la figura de Santa Teresa de Ávila en un momento de éxtasis místico, mientras un ángel la atraviesa con una flecha dorada. Pero lo que hace única a esta creación es su articulación perfecta con el espacio arquitectónico que la contiene, convirtiéndola en un exponente supremo de la expresividad barroca al servicio de la Contrarreforma católica. La capilla y el grupo escultórico son la misma cosa, en la que cada volumen es inescindible del espacio que lo contiene.

Imaginemos acercarnos a la capilla: la luz natural filtra desde arriba a través de una ventana oculta, iluminando rayos dorados de bronce que parecen descender del cielo, ambientando dramáticamente la escena. Santa Teresa yace en una nube de mármol blanco, su cuerpo contorsionado en un paroxismo de placer y dolor, con el rostro extasiado y los ojos entrecerrados. El ángel, con una sonrisa juguetona, sostiene la flecha que simboliza la transverberación descrita en las visiones de la santa. Bernini concibió esta representación como un teatro sagrado, donde los miembros de la familia Cornaro, a los lados de la capilla, observan la escena desde balcones como espectadores privilegiados.

Esta táctica escénica torna difusos los límites entre la ficción artística y la realidad, predisponiendo al observador a participar emocionalmente en el milagro que tiene ante sí.

La estructura de la capilla, con su nicho profundo y una cúpula elíptica, enmarca la escultura como un altar viviente. Los mármoles de varios colores en las paredes y el piso contrastan con el blanco puro de las figuras, creando un efecto de levitación que hace parecer que Santa Teresa flota en el aire. Esta ilusión óptica, potenciada por la luz dirigida, no solo realza la expresividad emocional de la obra, sino que también simboliza la elevación espiritual, un tema central en la mística católica.

El Barroco emergió en el siglo XVII como una respuesta artística de la Iglesia Católica a la Reforma Protestante, en el marco de la Contrarreforma. Tras el Concilio de Trento la Iglesia buscó reconquistar a los fieles perdidos ante el avance del protestantismo, que rechazaba las imágenes y los sacramentos católicos en favor de una fe más austera.

Para contrarrestar esto, el arte barroco se convirtió en una herramienta propagandística: teatral, sensorial y emotiva, diseñada para emocionar y convencer. En este contexto, Bernini, encarnó el ideal barroco: un arte que no solo decora, sino que persuade y consolida la fe, a través de una apelación que privilegia lo emocional por sobre lo racional, mediado por la intensa y dinámica percepción sensorial.

La expresividad barroca, con su énfasis en el movimiento, la luz y la emoción, sirvió perfectamente a estas estrategias. En contraste con el equilibrio estático y racional del Renacimiento, el arte barroco privilegia el desequilibrio dinámico, el drama emocional y lo infinito.

En “El éxtasis de Santa Teresa”, esta expresividad se manifiesta en la fusión de elementos: la arquitectura enmarca la escultura, la luz pinta la escena, y todo converge para evocar una visión celestial. Todo esto no era mera ornamentación; era un arma en la batalla ideológica y religiosa. Al hacer tangible lo divino, la Iglesia reafirmaba su autoridad, invitando a los fieles a una inmersión sensorial que contrastaba con la sobriedad protestante.

No todos los críticos saludaron la obra. Simon Schama la describió como "el espectáculo voyeurista más asombroso del arte... que flota en el límite entre el misterio sagrado y la indecencia".  Dany Nobus la calificó como "una representación sacrílega desvergonzada” y "un ejemplo típico de los excesos deplorables del arte barroco". La crítica de arte victoriana Anna Jameson la condenó diciendo que "incluso aquellos menos puritanos en asuntos de arte, aquí tirarían gustosamente la primera piedra."

Ernst Gombrich, en cambio, considera que “si comprendemos que una obra de arte religioso, como el altar de Bernini, puede legítimamente emplearse para provocar sentimientos de fervorosa exaltación y de transportes místicos, debemos admitir que Bernini logró este propósito de forma magistral. Dejó a un lado, deliberadamente, cualquier limitación para conducirnos a una cima de emotividad a la que nunca habían llegado los artistas. Si comparamos el rostro de su desfallecida santa con cualquier obra realizada en los siglos anteriores, encontraremos que ha logrado una intensidad en su expresión que nunca se había conseguido en el arte hasta entonces”. Nosotros podríamos agregar, quizás, que tampoco se consiguió posteriormente. El propio Bernini habría expresado que se trataba de su obra cumbre.

En nuestros días el “Éxtasis de Santa Teresa” sigue siendo motivo tanto de devoción religiosa como de deleite estético y de curiosidad intelectual, y se erige como un testimonio imperecedero de la eterna necesidad del arte frente a las tendencias contemporáneas que lo niegan o desprecian, que van desde un consumismo vacuo y frívolo hasta la barbarie reaccionaria de fundamentalismos iconoclastas.        

 

Fuentes:

Burgos Madroñero, Manuel. "En torno a Santa Teresa de Jesús." Dialnet. n.d. http://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2571289.pdf.

Gombrich, Ernst. La historia del arte. Buenos Aires: Sudamericana, 2007.

White, Katie. "Is Bernini’s Baroque Masterpiece the Most Controversial Religious Artwork of All Time?" artnet. 2025. https://news.artnet.com/art-world/bernini-the-ecstasy-of-saint-teresa-2659785.

 

 

Publicado en el diario La Calle el 5 de octubre de 2025.

Leer más...

lunes, 29 de septiembre de 2025

LA CONQUISTA NORMANDA DE INGLATERRA Y SU PROYECCIÓN HISTÓRICA

Por José Antonio Artusi

Se cumplen 959 años del inicio de la invasión y conquista de Inglaterra por parte de Guillermo el Conquistador. Guillermo, también conocido como el Bastardo, nació en Falaise, Normandía, probablemente en 1028 y murió en Ruan el 9 de septiembre de 1087. Descendiente de vikingos, fue el primer rey normando de Inglaterra (Guillermo I), y el duque de Normandía desde 1035 hasta su muerte (Guillermo II).

En 1066, Inglaterra estaba sumida en una crisis sucesoria tras la muerte del rey Eduardo el Confesor, quien no dejó herederos directos. Harold Godwinson, un poderoso noble anglosajón, fue coronado rey, pero su legitimidad fue cuestionada por Guillermo, duque de Normandía, quien afirmaba que Eduardo le había prometido el trono. Al mismo tiempo, Harald Hardrada, rey de Noruega, también reclamaba la corona, lo que llevó a una lucha tripartita por el poder.

La Batalla de Hastings fue el punto culminante del conflicto. Guillermo desembarcó en la costa sur de Inglaterra, en Pevensey, el 28 de septiembre de 1066. Haroldo, tras derrotar a Hardrada en la batalla de Stamford Bridge en el norte, marchó rápidamente hacia el sur para enfrentar a Guillermo. El 14 de octubre, ambos ejércitos se encontraron cerca de Hastings. Los normandos, con una combinación de caballería, arqueros y tácticas disciplinadas, superaron a las fuerzas anglosajonas, agotadas por la marcha forzada y la reciente batalla. Harold murió en el campo de batalla, y con su muerte, la resistencia anglosajona colapsó. Guillermo fue coronado rey el 25 de diciembre de 1066 en la Abadía de Westminster, iniciando la era normanda.

Uno de los cambios más significativos tras la conquista fue la reestructuración de la propiedad de la tierra. Antes de 1066, Inglaterra tenía un sistema de tenencia de tierras relativamente descentralizado, con nobles anglosajones y terratenientes locales controlando grandes extensiones. Sin embargo, Guillermo, como nuevo rey, implementó un sistema feudal rigurosamente centralizado, inspirado en las prácticas normandas. Este sistema redefinió la relación entre la corona, los nobles y las demás clases sociales.

El sistema feudal normando se basaba en la relación entre el señor y el vasallo. Los señores otorgaban tierras a sus vasallos a cambio de lealtad y servicio militar. Este sistema reemplazó al sistema anglosajón de propiedad de la tierra, que no era tan estricto y admitía en ocasiones la posesión directa por parte de los campesinos libres. La introducción del feudalismo normando en Inglaterra tuvo un impacto duradero en la estructura social y económica del país.

Guillermo confiscó las tierras de los nobles anglosajona, muchos de los cuales murieron en Hastings o fueron desposeídos por su resistencia. Estas tierras fueron redistribuidas entre sus seguidores normandos, creando una nueva aristocracia leal al rey. En 1086 Guillermo I encargó confeccionar el “Domesday Book”, una especie de censo o registro exhaustivo, que constituyó un logro administrativo sin precedentes, ya que no solo documentó la propiedad, sino que también sirvió como base para la tributación.

El sistema feudal normando estableció que toda la tierra pertenecía al rey, quien la otorgaba a sus vasallos a cambio de lealtad y servicios militares. Estos vasallos, a su vez, subdividían las tierras entre caballeros y otros subordinados, creando una jerarquía rígida. Los campesinos, ahora en su mayoría siervos, trabajaban la tierra a cambio de protección y una porción de la producción. Este sistema consolidó el poder de la corona, ya que los nobles dependían directamente del rey para mantener sus tierras, lo que redujo la autonomía de la antigua élite anglosajona.

La conquista normanda también trajo cambios significativos en los sistemas tributarios. Antes de 1066, los reyes anglosajones recaudaban impuestos como el “danegeld”, un tributo originalmente destinado a pagar a los invasores vikingos para evitar ataques. Este impuesto, basado en la extensión de la tierra, era recaudado de manera irregular y dependía de la cooperación de los nobles locales. Guillermo, sin embargo, introdujo un sistema tributario más sistemático y eficiente, apoyado por el “Domesday Book”.

El “Domesday Book” permitió a Guillermo evaluar con precisión la riqueza de sus dominios, incluyendo tierras, ganado, y recursos. Cada parcela fue relevada y registrada minuciosamente, brindando datos sobre su producción y su capacidad contributiva. Esto permitió a la corona imponer impuestos basados en la productividad real, en lugar de estimaciones aproximadas. Los impuestos se recaudaban en especie (granos, ganado) o en dinero, y los señores feudales eran responsables de garantizar que sus tierras cumplieran con los montos establecidos.

El “*Domesday Book” no solo fue una herramienta administrativa, sino también un símbolo del control normando. Su legado perdura como una fuente histórica invaluable, que ofrece una visión detallada de la economía y la sociedad del siglo XI. Además, los sistemas tributarios establecidos por Guillermo sentaron las bases para la fiscalidad medieval, permitiendo a la corona financiar guerras, construcción de castillos y la administración del reino.

En 1776 Thomas Paine, un republicano inglés que llegó a ser uno de los padres fundadores de los Estados Unidos y participó en la Revolución Francesa, caracterizó en su libro “Sentido Común” a Guillermo el Conquistador como “un bastardo francés que desembarca con bandidos armados y se proclama rey de Inglaterra contra el consentimiento de los nativos”, y sostuvo que su ascenso al trono “ciertamente, no tiene nada de divinidad”. Intentando demostrar con argumentos lógicos la ilegitimidad de origen tanto del sistema monárquico como de la propiedad de la tierra por parte de la aristocracia terrateniente, señaló que “en cuanto a la usurpación, nadie puede ser tan valiente como para defenderla; y que Guillermo el Conquistador fue un usurpador es un hecho innegable. La pura verdad es que la antigüedad de la monarquía inglesa no soporta ser considerada”.

Henry George, a su vez, en “Progreso y miseria” (1879), utilizó la conquista normanda de Inglaterra para ilustrar los orígenes feudales de la propiedad de la tierra y la monopolización que genera desigualdad económica. George la menciona en el contexto de cómo los títulos de propiedad en Inglaterra derivan de la violencia y la conquista, no de un derecho natural, lo que refuerza su argumento central: la apropiación privada de la valorización de la tierra como fuente de pobreza en medio del progreso. En sus propias palabras: "En todos los países feudales, la tierra fue apropiada por conquista o por concesión de aquellos que la habían conquistado. En Inglaterra, por ejemplo, tras la Conquista Normanda, la tierra fue dividida entre los seguidores de Guillermo, y los cultivadores sajones fueron convertidos en siervos o forzados a pagar renta como arrendatarios."

Los cambios en la propiedad de la tierra y la tributación tuvieron consecuencias duraderas. La centralización del poder en manos de la corona y la nueva élite normanda redujo la influencia de las comunidades locales y consolidó un sistema político jerárquico. La introducción del feudalismo creó una sociedad más estratificada y desigual. Estas transformaciones evolucionaron durante siglos, modelando las estructuras sociales y económicas de Inglaterra durante el medioevo y posteriormente, proyectando sus consecuencias hasta nuestros días. 


Publicado en el diario La Calle el 28 de septiembre de 2025.

Leer más...

lunes, 22 de septiembre de 2025

DE LA “VIENA ROJA” A LA “VIENA VERDE”

Por José Antonio Artusi

Viena, la capital austríaca, ha sido durante más de un siglo un faro de innovación y creatividad en políticas públicas urbanas. Desde la legendaria “Viena Roja” del reformismo socialdemócrata entre la primera y la segunda guerra mundial hasta la ciudad contemporánea, que podríamos denominar la “Viena Verde”, la ciudadanía vienesa ha sabido adaptar su legado de compromiso con el bienestar colectivo sin descuidar la libertad individual a los desafíos del presente, signados por cuestiones tales como la sostenibilidad del desarrollo, la seguridad, y la diversidad e integración social. Hoy, Viena lidera rankings globales de calidad de vida, ofrece viviendas asequibles, espacios públicos de calidad y equipamientos comunitarios jerarquizados a la mayoría de sus habitantes y se destaca como un modelo de desarrollo urbano.

Tras la Primera Guerra Mundial, Viena era una ciudad marcada por la pobreza, el hacinamiento y la desigualdad. La caída del Imperio Austrohúngaro la dejó en una situación precaria, con miles de familias viviendo en condiciones insalubres. En este contexto, el gobierno socialdemócrata, que ejerció el gobierno municipal entre 1918 y 1934, implementó un ambicioso programa para transformar la ciudad, que sería conocido como la “Viena Roja”. Este período se caracterizó por políticas progresistas que priorizaron la mejora de la calidad de vida de los trabajadores.

El eje de estas reformas fue la construcción de conjuntos de viviendas municipales diseñados para ofrecer alquileres asequibles. El más icónico, el Karl-Marx-Hof - al que nos referimos en esta hoja el 31 de agosto pasado - terminado en 1930, no era solo un complejo residencial, sino un elemento de integración, con guarderías, bibliotecas, lavanderías y espacios comunitarios abiertos. Entre 1923 y 1934 se construyeron más de 60.000 viviendas, albergando a cerca de una quinta parte de la población vienesa. Estos proyectos se financiaron mediante una reforma tributaria progresiva, basada en gravar la renta del suelo y los consumos suntuarios, que permitió redistribuir recursos dirigidos a mejoras prioritariamente destinadas a los sectores más postergados de la sociedad.

El impacto de la “Viena Roja” fue profundo. Las condiciones de vida mejoraron significativamente, y la ciudad se convirtió en un modelo de cohesión social. Sin embargo, este experimento terminó abruptamente en 1934, cuando el fascismo austríaco disolvió el gobierno socialdemócrata. A pesar de su fin, el legado de la “Viena Roja” sentó las bases para el modelo de vivienda social que aún distingue a la ciudad.

Tras la anexión de Austria por parte de Hitler y la posterior devastación de la Segunda Guerra Mundial, Viena enfrentó el desafío de reconstruir su infraestructura y su tejido social. Los principios de la Viena Roja fueron retomados, pero adaptados a un nuevo contexto. La municipalidad mantuvo un decidido protagonismo en la planificación y gestión del suelo urbano, asegurando que la vivienda siguiera siendo asequible.

La transición de la Viena Roja a la Viena Verde no ha sido un proceso lineal ni ha estado exento de dificultades, contradicciones, conflictos y fracasos. A partir de los años 80 y 90 del siglo pasado, Viena comenzó a integrar preocupaciones ambientales en su planificación urbana, influenciada por el auge de los movimientos ambientalistas. La ciudad evolucionó desde un enfoque centrado en la reconstrucción hacia uno que priorizaba la sostenibilidad, la eficiencia energética y la inclusión social. Algunas de las claves han sido la búsqueda de un desarrollo urbano sostenible, priorizando la compactación urbana, la mixtura de usos, evitar la segregación social y preservar espacios verdes de calidad, así como la consolidación de un sistema integrado de movilidad que articula de manera eficiente redes de transporte público en subte, tranvías y autobuses eléctricos, y que incluye carriles para bicicletas y calles peatonales.

Hoy, Viena es un referente global en desarrollo urbano sostenible, asequibilidad de vivienda, integración social y calidad de vida. Su éxito no es casual, sino el resultado de una planificación a largo plazo y un compromiso permanente con el bienestar colectivo, en el que libertad e igualdad no son principios contradictorios sino complementarios.

La asequibilidad de la vivienda sigue siendo una prioridad en Viena. El alquiler promedio es significativamente más bajo que en otras capitales europeas. La ciudad regula el mercado inde suelo para desalentar la especulación y fomenta las cooperativas de vivienda, que permiten a los habitantes participar en la gestión de sus edificios. Este modelo asegura que personas de todos los niveles socioeconómicos puedan vivir en el centro de la ciudad, o cerca, evitando la expulsión que afecta a muchas metrópolis.

Viena ha abrazado la sostenibilidad como pilar de su desarrollo. Un ejemplo notable es Aspern Seestadt, un barrio planificado que combina edificios de bajo consumo energético, transporte público eficiente y amplios espacios verdes. Cuando comenzó la construcción en 2007, el sitio era un aeropuerto abandonado. Cuando se complete en 2030, albergará a más de 25.000 personas y 20.000 puestos de trabajo.

La integración social es otro pilar de la Viena Verde. Los conjuntos modernos no sólo ofrecen viviendas, sino también espacios para fomentar la cohesión comunitaria, como centros culturales y áreas recreativas. Esta apuesta por la inclusión ha fortalecido el tejido social de la ciudad.

Viena ocupa consistentemente los primeros lugares en los rankings de calidad de vida de Mercer y Economist Intelligence Unit. Su éxito se debe a la combinación de viviendas asequibles, transporte público eficiente, acceso universal a servicios de salud y educación, y un entorno urbano limpio y seguro. La ciudad invierte en infraestructura que promueve el bienestar, desde parques hasta bibliotecas públicas, haciendo que la calidad de vida sea accesible para todos, no solo para una élite.

El modelo vienés ofrece valiosas lecciones para otras ciudades. Su éxito radica en la continuidad de su visión adaptada a los desafíos modernos. La regulación y la tributación del suelo, la inversión en vivienda pública y la planificación a largo plazo han permitido a Viena evitar los problemas de desigualdad y expulsión que enfrentan otros gobiernos locales. Además, su enfoque en la sostenibilidad demuestra que es posible combinar equidad social y prosperidad económica con soluciones ambientales.

Sin embargo, Viena no está exenta de desafíos. El crecimiento demográfico, la presión sobre los recursos y los retos de la integración de los inmigrantes requerirán innovaciones y nuevas estrategias. A pesar de ello, la ciudad sigue siendo un modelo inspirador. Otras metrópolis pueden aprender de su experiencia. Viena ha demostrado que es posible construir una ciudad justa, sostenible e inclusiva. En un mundo donde las ciudades enfrentan crisis de desigualdad y sostenibilidad, Viena ofrece un modelo esperanzador. Su historia nos recuerda que, con visión y continuidad, es posible construir un hábitat donde todos puedan prosperar y vivir con dignidad, con la ciudad como la casa común.

La transición de la Viena Roja a la Viena Verde ofrece varias lecciones importantes para las ciudades contemporáneas, más allá de la diversidad de escalas y contextos: la importancia de la planificación territorial como una actividad permanente, la necesidad de políticas públicas innovadoras que articulen principios imperecederos con nuevos desafíos, y la participación ciudadana como instrumento para diseñar políticas públicas que reflejen efectivamente las necesidades y prioridades de los habitantes.

 

Publicado en el diario La Calle el 21 de septiembre de 2025.

Leer más...