lunes, 29 de diciembre de 2025

ROSAS Y MITRE

Por José Antonio Artusi

Así como Bernardino Rivadavia y Justo José de Urquiza no fueron lo mismo, pero tampoco estuvieron en las antípodas, puede ensayarse un paralelismo similar entre Juan Manuel de Rosas y Bartolomé Mitre. El “federal” Rosas y el “unitario” Mitre, desde una mirada más profunda y atendiendo a claves interpretativas estructurales, no resultarían tan distintos como suele suponerse.

Ambos gobernaron desde una concepción centralista del poder, antepusieron los intereses de Buenos Aires a los del conjunto de la Nación y procuraron subordinar a las demás provincias. En ese empeño, recurrieron sin vacilaciones al uso de la violencia. Las diferencias de lenguaje político y su utilización como impostura —“federalismo” en un caso, “liberalismo” en el otro— no impidieron que el resultado práctico fuera en algunos aspectos similar.

En la introducción a Cartas inéditas de Juan Bautista Alberdi a Juan María Gutiérrez y a Félix Frías, Jorge M. Mayer y Ernesto A. Martínez sostienen que “la presidencia de Mitre sería funesta para la República. Representaba los mismos intereses que Rosas, seguía la misma política y los resultados fueron iguales. Después de someter las provincias al dominio porteño, con la ayuda de los procónsules orientales, se lanzó como su antecesor, a la aventura de la Banda Oriental. El mitrismo “era el rosismo cambiado de traje”.” 

Una de las críticas más severas al mitrismo provino del uruguayo Luis Alberto de Herrera. En El drama del 65. La culpa mitrista, Herrera sostuvo que la Guerra del Paraguay no fue un desenlace fatal ni inevitable, sino el producto directo de la política exterior del gobierno argentino. Según su análisis, la diplomacia mitrista desempeñó un papel decisivo en la gestación del conflicto y comprometió a la Argentina en una guerra que no respondía a intereses nacionales propios. Herrera denunció, además, la subordinación del gobierno de Mitre a los intereses del Imperio del Brasil y lo acusó de haber actuado como ejecutor de una empresa ajena a la causa argentina. Alberdi llegará a denunciar que la guerra se hacía "en servicio de la Provincia de Buenos Aires que le tiene monopolizada (al país) toda su renta pública, todo su crédito, todo su comercio directo, toda su vida política".

Es en la obra de Juan Bautista Alberdi donde la crítica a Mitre adquiere una profundidad estructural decisiva. Para Alberdi, el núcleo del problema político argentino no residía en las personas sino en la organización material del poder. La concentración fiscal y comercial en Buenos Aires —particularmente el monopolio de la Aduana— constituía, a su juicio, la fuente real de la dominación política. Esa estructura había hecho posible el rosismo, no fue desmontada tras Caseros y continuó operando luego de Pavón.

Alberdi formula con claridad esta idea al sostener que la tiranía no debe buscarse en el tirano individual, sino en el control exclusivo de la Aduana porteña. Desde esa perspectiva, la derrota de Rosas no implicó la desaparición del sistema que lo había sustentado. Por el contrario, ese sistema sobrevivió bajo formas constitucionales y republicanas, conservando intacta su base económica: "la revolución del 11 de setiembre de 1852, hecha a los seis meses de derrocado Rosas, contra su vencedor, fue la restauración del rosismo sin Rosas y sin mazorca; pero lo fue completamente en el orden económico de cosas, que contiene el verdadero poder despótico".

La Constitución bonaerense fue calificada por Alberdi como "la excepción atrasada de todas las demás constituciones de provincia. Es una especie de constitución feudal. Ella restablece o conserva una aduana interior o provincial, un tesoro de provincia, un ejército y una diplomacia provinciales"

Alberdi fue severo con la forma en que, tras Pavón, Mitre asumió el mando nacional sin cumplir plenamente el espíritu de la Constitución de 1853. Aunque la Aduana fue declarada nacional, Alberdi denunció que Buenos Aires conservó de hecho el control de sus beneficios. Esta nacionalización meramente formal constituyó una estafa constitucional: el nombre cambió, pero el poder siguió concentrado en el mismo lugar. El lenguaje político cambió, pero la práctica —la imposición del poder porteño sobre el interior— permaneció.

Alberdi advirtió que ni el unitarismo ni el federalismo porteño habían alterado la realidad profunda del país: Buenos Aires seguía gobernando porque concentraba la riqueza, el comercio exterior y los recursos fiscales. Esa superioridad material permitía utilizar al Estado nacional como instrumento de dominación económica y política sobre las provincias, vaciando de contenido el proyecto de una verdadera organización nacional.

La cuestión de la tierra refuerza este paralelismo. Durante el gobierno de Rosas, el espíritu original de la Ley de Enfiteusis de 1826 fue progresivamente desvirtuado. Las tierras públicas, concebidas inicialmente como un instrumento para fomentar la colonización y la producción mediante arrendamientos a largo plazo, fueron en muchos casos enajenadas en favor de amigos y parientes, favoreciendo la concentración en manos de grandes propietarios y consolidando una estructura latifundista y rentista, que premió la especulación y castigó la producción.

Los gobiernos posteriores, pese a algunos intentos (las colonias de Urquiza, los “100 Chivilcoy” de Sarmiento, un proyecto frustrado de Roque Saenz Peña) no revirtieron este proceso. El economista Eduardo Conesa ha señalado que una de las omisiones más graves de la generación del 80 fue la falta de un impuesto a la renta de la tierra libre de mejoras, una ausencia que contribuyó a perpetuar la desigualdad estructural en el acceso al suelo.

Mas allá de las loas a Rivadavia, Mitre jamás lo entendió cabalmente, y si lo hizo lo disimuló muy bien. Con relación a la enfiteusis llegó a calificarla de “comunista”. En una polémica con Carlos Tejedor dirá que “una de las grandes cuestiones que ha suscitado el comunismo, es la de la propiedad de las tierras, y los comunistas han dicho: la propiedad es un robo, el mal grande de las sociedades modernas está en entregar la propiedad pública al dominio privado; la propiedad de la tierra no debieran darla los gobiernos, dicen ellos, sino conservarla para la comodidad y uso común de los ciudadanos. Pues bien, esto es lo que representa la enfiteusis, …”. Más allá del pobre conocimiento de Mitre del comunismo y de las bases teóricas de la enfiteusis, Rivadavia se debe haber revolcado en su tumba.

Así, más allá de las diferencias de estilo, discurso y contexto histórico, Rosas y Mitre aparecen como expresiones distintas de una misma matriz de poder: la centralización política y económica en Buenos Aires, el monopolio de la Aduana, el uso de la fuerza contra el interior y la subordinación del proyecto nacional a los intereses del puerto.

 

 Fuentes:

Alberdi , Juan Bautista. Cartas inéditas a Juan María Gutíerrez y a Félix Frías . Buenos Aires: Editorial Luz del Día, 1953.

—. Escritos póstumos. Buenos Aires: Imprenta de la Nación, 1895.

Conesa, Eduardo. "El impuesto al valor de la tierra libre de mejoras y la reforma integral del sistema impositivo argentino." Eduardo Conesa. 2014. https://www.eduardoconesa.com.ar/pdf/a-2014i.pdf.

Herrera, Luis Alberto de. El drama del 65. La culpa mitrista. Montevideo: Dornaleche y Reyes, 1918.

Jasinsky, Alejandro, Julieta Caggiano , Irana Sommer , and Matías Oberlin. "El acceso a la tierra en tiempos de organización nacional." Instituto Tricontinental de Investigación Social . n.d. https://thetricontinental.org/wp-content/uploads/2024/08/Acceso-a-la-tierra_Cuaderno3-2.pdf.

Peña, Milcíades. La era de Mitre. Buenos Aires: Pedro Sirera, 1968.

 

Publicado en el diario La Calle el 28 de diciembre de 2025.

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jueves, 25 de diciembre de 2025

JULIÁN SEGUNDO DE AGÜERO

Por José Antonio Artusi

Julián Segundo de Agüero nació en Buenos Aires el 31 de enero de 1776 y murió en Montevideo el   17 de junio de 1852. La Real Academia de la Historia nos brinda esta reseña biográfica: “Hijo de Diego de Agüero y Petrona Alcántara de Espinosa. Cursó estudios en el Colegio de San Carlos. En 1797 obtuvo el título de doctor en Teología en la Universidad de San Felipe, en Santiago de Chile, y el de bachiller en Cánones y Leyes en 1799, año en el que fue ordenado sacerdote. Durante dos años regentó en esa Universidad la cátedra de Teología de Prima. En 1801 regresó a Buenos Aires y rindió ante la Real Audiencia Pretorial el examen reglamentario para inscribirse en la matrícula de abogado. Ese tribunal lo nombró al año siguiente defensor de pobres. En 1803 fue párroco de Cañada de la Cruz y al año siguiente ejerció funciones interinas de cura en la iglesia catedral de Buenos Aires. En 1805 fue fiscal general. En 1808 recibió por concurso y en propiedad el primer curato de la catedral y en 1810 la canonjía magistral. Asistió al cabildo abierto del 22 de mayo, pero se retiró antes de emitir su voto. Se mantuvo políticamente prescindente hasta 1817 cuando, con motivo de la conmemoración del 25 de mayo de 1810 pronunció una oración favorable a la independencia en la catedral. En 1821 fue elegido diputado a la legislatura de Buenos Aires, de la que fue presidente ese mismo año. En 1822 fue uno de los fundadores de la Sociedad Literaria de Buenos Aires. Participó en el Congreso General Constituyente de 1824 y fue ministro de Gobierno en 1826. Además, durante 1826 y 1827 colabora como periodista en El Duende de Buenos Aires. Durante el período de organización nacional militó en el partido unitario, por lo que en 1832 debió emigrar a Montevideo, donde tomó parte en la organización de la lucha contra Rosas. En 1835, presionado por la Iglesia para volver a sus funciones, tuvo que abandonar los hábitos sacerdotales. Sus restos fueron repatriados en 1880 y reposan en el Panteón de los Canónigos de la catedral de Buenos Aires”.

Clemente Leoncio Fregeiro, en su obra “Vidas de argentinos ilustres”, y en referencia a ese discurso de Agüero en 1817, recuerda que  “Juan María Gutiérrez al apreciar esa pieza de oratoria sagrada, ha dicho que bajo formas discretas y llenas de gala, Agüero justificó en ella de una manera concluyente y nueva la razón de la Independencia argentina; mostrando al mismo tiempo cuales eran las condiciones que la autoridad pública debía revestir en una sociedad llamada a vivir y progresar bajo el amparo de las austeras virtudes de la democracia”.

Si alguien recurre a Wikipedia para saber quién fue Julián Segundo de Agüero, no encontrará ni una vez la palabrita “enfiteusis”; siendo que como ministro de Bernardino Rivadavia fue uno de los ideólogos y defensores de la ley que estableció ese sistema. Andrés Lamas considera que “la ley agraria, iniciada por Rivadavia, sólo fue aceptada después de estudios y de meditaciones prolongadas. El expositor más claro y convencido de los motivos y de los propósitos de esa ley, fue el doctor D. Julián S. de Agüero, una de las inteligencias más trascendentales y bien nutridas de su época. Por desgracia, esos motivos y esos propósitos pasaron casi desapercibidos para la generalidad, preocupada de cuestiones más ardientes: no se popularizó su conocimiento, no se hicieron conciencia ni opinión pública, quedando encerrados en aquel grupo de pensadores distinguidos que la reacción contra las ideas del Sr. Rivadavia arrojó de la escena de su país. Al amparo de esa reacción, la legislación antigua fue recobrando su imperio; y el retroceso llegó tan lejos, que no sólo se enajenaron las tierras enfitéuticas, sino que se premiaron con tierras públicas los servicios militares, repartiéndolas como se hacía con las antiguas legiones romanas.”

En las sesiones en las que se trata el proyecto de ley el ministro Agüero la defendió con solvencia y demostrando una sólida formación económica. Sostuvo que “podría fijarse en la ley que la enfiteusis fuese perpetua, porque la Nación debe conservar perpetuamente el dominio de las tierras. Extiéndase a cien años si se quiere el contrato, pero fíjese el canon a los 10 años”. Según Lamas, esas palabras “contienen todo el sistema. Estaba todo dicho y con claridad”.   

Alberto Palcos recuerda que “la enfiteusis, dice y repite el ministro Agüero, “va a fundar la primera de nuestras rentas públicas”. Determinará, opina Paso, la opulencia del Estado, su prosperidad actual y futura. Nadie habla de hacerla recurso único del tesoro; el principal, sí. Andrés Lamas, no obstante, afirma rotundamente que serviría para abolir totalmente las aduanas. La seriedad de este investigador y la circunstancia de que trató personalmente a los paladines del proyecto nos induce a sospechar que quizá la escuchó en boca de alguno de ellos, como una de esas aspiraciones ideales que se forjan los espíritus que avizoran las proyecciones futuras de las magnas iniciativas”. Más adelante Palcos enfatiza que “denotan el cabal concepto del papel social del impuesto estas consideraciones del ministro Agüero: “El valor del terreno crece en la misma proporción en que crece el país”; y argumenta que “al adelanto general, más que al trabajo y a las mejoras introducidas por los propietarios, se debe, pues, el acrecentamiento del valor de los campos. Justo es, entonces, que sus poseedores devuelvan al Estado algo de lo debido al aporte de la colectividad, después de retener lo incrementado por el propio esfuerzo. Tales los fundamentos del impuesto al mayor valor del suelo. Improcedente fuera exigir su aplicación acabada en aquellos tiempos, y menos en países que todavía se hallaban en la etapa inaugural dé su ordenamiento agrario y financiero”.

Andrés Lamas explica de esta manera el fracaso de esa experiencia de gobierno: “Ah!, ¡ni Rivadavia ni sus hombres conocían el interior ni a los hombres del interior! Creían en la omnipotencia de las teorías y de las fórmulas. Confiaban demasiado en que la causa del orden y de la cultura había de imponerse por su sola virtualidad. Antes de alejarse, don Julián Segundo de Agüero afirmaba aún con convicción candorosa: "Seremos llamados de nuevo. Esto es transitorio. Hemos de volver". Lo que vino después era el más negro de los desengaños”, en alusión obvia a la larga noche rosista, que entre otros retrocesos desvirtuó por completo la enfiteusis e inició el camino de su desaparición. Quienes sucedieron a Rosas, paradójicamente, - y con honrosas excepciones -hicieron bien poco para intentar rescatar el precursor instrumento legal del presidente Bernardino Rivadavia y su ministro Julián Segundo de Agüero. Las consecuencias de no seguir esa senda fueron calamitosas.

 

Fuentes:

Fregeiro, Clemente Leoncio. "Vidas de argentinos ilustres." Wikisource. n.d. https://es.wikisource.org/wiki/Juli%C3%A1n_Segundo_de_Ag%C3%BCero_(VAI).

Lamas , Andrés. Rivadavia y la legislación de las tierras públicas. Buenos Aires: Ediciones Populares Bernardino Rivadavia, n.d.

Lamas, Andrés. Rivadavia, su obra política y cultural. Buenos Aires: La Cultura Argentina, 1915.

Palcos, Alberto. Rivadavia, ejecutor del pensamiento de Mayo. La Plata : Universidad Nacional de La Plata , 1960.

Real Academia de la Historia. "Julián Segundo de Agüero ." Historia Hispánica. n.d. https://historia-hispanica.rah.es/biografias/691-julian-segundo-de-aguero.

 

Publicado en el diario La Calle el 21 de diciembre de 2025.

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sábado, 20 de diciembre de 2025

ARTURO MOR ROIG: UN DEMÓCRATA EN TIEMPOS DE OSCURIDAD

Por José Antonio Artusi

Arturo José Mor Roig nació en Lérida, Cataluña, España, el 14 de diciembre de 1914 y murió en San Justo, Provincia de Buenos Aires, Argentina, el 15 de julio de 1974. Hay efemérides que nos obligan a detenernos un momento. Son pequeñas interrupciones en el ritmo cotidiano que nos recuerdan que la historia, cuando se la mira con honestidad, siempre está dispuesta a enseñarnos algo. Se cumplen hoy 111 años del nacimiento de Arturo Mor Roig, y su vida —tan dedicada a la política, tan golpeada por la violencia— merece ser evocada con la serenidad y el respeto que se reserva a quienes procuraron honrar la democracia sin estridencias ni soberbia.

Llegó a la Argentina de niño junto a su familia. Como ocurrió con tantos inmigrantes a nuestro país, su identidad cívica y su integración social se formó entre la gratitud, la educación, el trabajo y la voluntad firme de participar en la vida pública. Su familia se radicó primero en San Pedro, y tras egresar como abogado de la UBA se afincó primero en Arrecifes y luego en San Nicolás de los Arroyos, donde se casó y tuvo cuatro hijos. Completó su formación académica con un doctorado en Ciencia Política en la Universidad Católica Argentina. Mor Roig se afilió a la Unión Cívica Radical en 1939 y comenzó una militancia que lo llevaría a ser concejal en San Nicolás y senador provincial entre 1953 y 1955. En el cisma del radicalismo en 1957 optó por la UCR del Pueblo y acompañó a Ricardo Balbín en las elecciones presidenciales de 1958, que consagrarían a Arturo Frondizi. En 1958 fue electo nuevamente senador provincial, y presidió el bloque minoritario de la UCRP. En 1963 fue electo diputado nacional y sus pares lo honraron con la presidencia de la cámara, que ejerció entre el 12 de octubre de ese año y el 28 de junio de 1966, cuando la asonada golpista del General Onganía depuso al presidente Illia y disolvió el Congreso. 

Diego Barovero considera que “la decisión de Mor Roig de aceptar el ofrecimiento de conducir el proceso de transición a la democracia desde su gestión como ministro del Interior de un gobierno de facto, es sin duda el aspecto más controvertido de toda su vida pública y su actuación política”. Es así como su espíritu se puso a prueba cuando aceptó, en 1971, el cargo de ministro del Interior del presidente Alejandro Agustín Lanusse. Fue una decisión que abrió debates intensos dentro de la UCR. Tanto, que Ricardo Balbín le dijo que no debía aceptar y Raúl Alfonsín —entonces líder de Renovación y Cambio— pidió su expulsión del partido. La tensión fue real, profunda, casi dolorosa para un radical de su trayectoria. Pero Mor Roig entendía que el país vivía una crisis que no se resolvería ni con gestos puristas ni con malhumores cívicos: había que trabajar para abrir una salida institucional.

Barovero recuerda que “el estado de agitación partidaria generado por la aceptación de Mor Roig determinó que la oposición interna a Balbín castigara muy duramente a ambos, llegando incluso el Dr. Raúl Alfonsín a pedir la expulsión del partido del ministro del Interior. Fue entonces que el propio cuestionado hizo llegar su renuncia como afiliado al Comité de San Nicolás de la Unión Cívica Radical del Pueblo, para no comprometer al partido con su gestión. Dicho Comité tuvo para con su caracterizado afiliado una actitud de consideración y respeto: desestimó la renuncia a la afiliación presentada por el ministro, concediéndole una licencia; algo que no trascendió en su momento”.

Durante su gestión como ministro impulsó la derogación de la legislación que prohibía la actividad partidaria, promovió la creación de la Cámara Nacional Electoral, restituyó bienes confiscados a los partidos y trabajó para la elaboración de un nuevo código electoral que preparara el regreso a las urnas.  Lamentablemente, la Argentina de los años setenta no era hospitalaria con los matices. Mientras algunos dirigentes insistían en defender la democracia aún en la adversidad, la violencia política avanzaba con una lógica propia, impermeable a toda racionalidad. En ese clima, Mor Roig fue transformado en un objetivo. El 15 de julio de 1974, un comando de Montoneros lo asesinó mientras almorzaba en un restaurante de San Justo. Había dejado la función pública. No representaba amenaza alguna. Fue elegido precisamente como símbolo: la violencia buscaba enviar un mensaje a quienes, desde el gobierno de Isabel Perón y desde sectores de la oposición, exploraban caminos de negociación.

Rogelio Alaniz lo expresó claramente: “El criterio del crimen no fue diferente al que se utilizó para asesinar a Rucci: se mataba a alguien no tanto por lo que era o lo que había hecho, sino por lo que representaba simbólicamente. No se mataba ni por amor ni por odio, se mataba por cálculo. Los muchachos arrojaban un cadáver en la mesa de negociaciones como quien arroja un ramo de flores. A Perón le tiraron los restos de Rucci; a Balbín le recordaron quiénes eran los interlocutores a tener en cuenta. Por si alguna duda quedaba respecto de la identidad de los autores y de sus objetivos, las agrupaciones de superficie de Montoneros coreaban en las asambleas universitarias consignas al estilo "Hoy, hoy, hoy... hoy que contento estoy, vivan los Montoneros que mataron a Mor Roig". He conocido a muchos muchachos y chicas que cantaban esas consignas. Quiero creer que lo hacían con la mejor buena fe, que suponían que Montoneros había hecho justicia asesinando a un enemigo del pueblo. Ninguna de estas consideraciones subjetivas impide señalar que festejaban un crimen. Ya no se trataba de matar para defenderse, se mataba por matar y, además, se expresaban grititos de alegría por la muerte”. Alaniz enfatiza que “este hombre honrado, leal a sus convicciones, político de vocación democrática, conservador y católico, no merecía ser asesinado por la espalda en un comedor a la hora de la siesta. Nadie merece morir así y mucho menos por las razones que invocaron los Montoneros”.

Diego Barovero señala que “cuando cesó en el cargo de ministro, Arturo Mor Roig se retiró a la vida privada. Su paso por la administración de facto de Lanusse le había ganado fuertes resistencias y enemistades incluso en el seno de su propio partido. No obstante, desde ningún sector llegó a cuestionarse jamás la hombría de bien, la honradez personal y la probidad de conducta que eran propias de Mor Roig”. La muerte de Mor Roig provocó conmoción. No sólo en el radicalismo: en buena parte de la dirigencia política que veía cómo el país se deslizaba hacia un abismo. Ricardo Balbín lo describió como “una de las pérdidas más dolorosas en la larga noche de la violencia irracional”. Solamente una plaza de San Nicolás recuerda su nombre. Mor Roig nos recuerda que el diálogo no es tibieza, sino coraje. Que el acuerdo no es claudicación, sino inteligencia republicana. Y que la democracia —esa construcción siempre frágil, siempre inacabada— depende más de la templanza que de la furia.

Fuentes:

Alaniz, Rogelio. "El asesinato de Mor Roig." El LItoral. 2008. https://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2008/09/27/opinion/OPIN-03.html.

Barovero , Diego. "Arturo Mor Roig: el crimen sin razón." institutoyrigoyen.tripod.com. n.d. https://institutoyrigoyen.tripod.com/morroig.htm.

Publicado en el diario La Calle el 14 de diciembre de 2025.

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lunes, 8 de diciembre de 2025

RIVADAVIA Y URQUIZA, O LA FALSA CONTRADICCIÓN FUNDAMENTAL EN LA ARGENTINA DEL SIGLO XIX (II)

Por José Antonio Artusi

En la columna publicada en esta hoja el 17 de septiembre de 2023 propuse una lectura alternativa de la historia argentina del siglo XIX, dejando atrás la dicotomía tradicional entre unitarios y federales, negando su carácter de “contradicción fundamental”, y proponiendo enfocarnos  en un conflicto más profundo y estructural: el que enfrentó a los impulsores del progreso civilizatorio —imperio de la ley bajo el Estado de derecho, libertad, instituciones republicanas, educación,  laicismo, economía capitalista integrada al mundo, igualdad de oportunidades— con quienes, por acción u omisión, por intereses o por ideología, sostuvieron rémoras retrógradas y reaccionarias heredadas del régimen colonial. A la luz de esta clave interpretativa, Rivadavia y Urquiza aparecen menos como adversarios y más como abanderados de una misma causa, en momentos históricos distintos.

En esta segunda parte avanzamos con más argumentos que refuerzan esa tesis, integrando diversas valoraciones sobre la figura de Bernardino Rivadavia, y examinando cómo su legado intelectual y político encuentra puntos de contacto con la obra de Justo José de Urquiza.

Uno de los aspectos más innovadores del pensamiento rivadaviano fue su enfoque sobre la tierra. Su intento de implantar la enfiteusis buscaba intervenir sobre un problema estructural: el atraso y concentración del espacio rural heredado del orden colonial.

José Luis Romero señala en “Breve Historia de la Argentina” que “grandes extensiones de tierras pertenecientes al Estado solían entregarse a particulares influyentes. Rivadavia elaboró un plan para otorgarlas, según el sistema de la enfiteusis, a pequeños colonos que quisieran radicarse en ellas y explotarlas mediante el pago de una reducida tasa de acuerdo con su valor. Así debían incorporarse a la explotación agrícola – en manos de pequeños productores – las zonas de la provincia que se extendían hasta el río Salado, no sin resistencia de los grandes estancieros del sur, acostumbrados a no reconocer límites a sus establecimientos”. Romero enfatiza el contraste con el accionar de Rosas: “En oposición al principio rivadaviano de no enajenar la tierra pública para permitir una progresista política colonizadora, Rosas optó por entregarla en grandes extensiones a sus allegados. Así se formó el más fuerte de los sectores que lo apoyaron, el de los estancieros”. Más adelante, muestra a su vez, sin decirlo explícitamente, coincidencias entre Urquiza y Rivadavia: “El gobernador Urquiza estimuló en Entre Ríos el mejoramiento del ganado, introdujo merinos y alambró campos… Y esa actitud renovadora se manifestó también en otros aspectos como en el de la educación, en el que Urquiza trabajó intensamente difundiendo la enseñanza primaria y fundando colegios de estudios secundarios en Paraná y en Concepción del Uruguay. Este último habría de adquirir muy pronto sólido prestigio en todo el país”. José Luis Romero destacó que Rivadavia introdujo en Argentina “los modos de pensar de la ciudad moderna”, anticipando una racionalidad que el país tardaría décadas en consolidar.

Urquiza, desde un enfoque más pragmático, retomó muchos de los principios rivadavianos al promover la colonización agrícola, esencialmente en Entre Ríos. Sus colonias eran la versión concreta de lo que Rivadavia había vislumbrado: pequeñas y medianas explotaciones, ocupación efectiva, inmigrantes laboriosos, producción para el mercado interno y externo, y un poblamiento dirigido para consolidar la nación.

Ambos compartieron una visión moderna donde la tierra era un instrumento de progreso y ciudadanía; donde la educación se plantea como el pilar civilizatorio más estable y la herramienta transformadora por excelencia.

Rivadavia hereda el pensamiento de los fisiócratas franceses y su preocupación por la renta del suelo lo vincula conceptualmente con la doctrina que más tarde perfeccionará Henry George. La enfiteusis rivadaviana puede ser así interpretada como un sucesor del “impot unique” de los fisiócratas y un antecedente del "single tax" (impuesto único) georgista.

Arturo Capdevila llegó a sostener que “Henry George y Bernardino Rivadavia quieren una sola y misma cosa: la libertad de la tierra y con ella la grandeza efectiva de las democracias, el último día del feudalismo, el reinado de la justicia social, el pleno triunfo de la libre voluntad de cada hombre. Del Norte al Sur se pueden alegrar las banderas fraternas con este signo de concordia y de paz. La enfiteusis rivadaviana – la que Rivadavia ideó – y el principio georgista de la paulatina absorción de la renta, constituyen el mismo reiterado evangelio. Acaso Rivadavia, segundo Colón, no supo cuan dilatado era el mundo que descubría. George en cambio lo supo muy bien. No hay otra diferencia entre los dos.” (“El testimonio de Rivadavia y de Henry George”, Repertorio Americano, Costa Rica, 1927). 

Urquiza, como Rivadavia, entendió la importancia de la educación pública. El Colegio del Uruguay, el primero laico de la Argentina, y las escuelas normales de Paraná y Concepción del Uruguay, producto del entendimiento entre Urquiza y Sarmiento, se complementaron luego con las escuelas de las colonias y las ciudades, constituyendo un laboratorio social donde se formaba una ciudadanía alfabetizada y laboriosa.

Con sentido estratégico, Urquiza se apoyó en la acción concreta en lo político y económico: unión y organización nacional, apertura de los ríos, tratados comerciales, fomento de la inmigración, apoyo a la industria y al comercio. Su federalismo no buscaba cerrar la economía sino integrarla, y su visión del desarrollo era tan pluralista como competitiva.

Ambos coincidieron en que la Argentina debía producir, comerciar y atraer gente, y que para ello eran indispensables instituciones estables y un horizonte de paz.

En tiempos recientes, el economista Eduardo Conesa ha ofrecido un reconocimiento profundo de la modernidad económica de Rivadavia. Sus aportes y los de otros autores ayudan a visualizar que Rivadavia comprendió el daño estructural del latifundio improductivo; intentó crear un sistema fiscal moderno, asociado a la tierra y la producción; defendió la competencia y el libre comercio; concibió un Estado capaz de facilitar —no sustituir— la iniciativa privada; promovió la inmigración como capital humano esencial para el desarrollo.

La Constitución de 1826, aunque frustrada, incorporaba lineamientos que luego reaparecerían en 1853: garantías individuales, organización nacional, división de poderes, Estado laico, centralidad del Congreso.

Urquiza hizo lo que Rivadavia no pudo hacer: convocar, sancionar y someter a funcionamiento una Constitución nacional. El federalismo de 1853 tomó elementos del modelo unitario de 1826, y los adaptó a la realidad del país. En este sentido, Urquiza aparece como el realizador histórico de la arquitectura institucional que Rivadavia había imaginado.

Todo ello permite entender mejor cómo Urquiza —en otro tiempo, con otros instrumentos,— retoma y actualiza muchas de las intuiciones rivadavianas. No fueron lo mismo, pero tampoco estuvieron en las antípodas: protagonizaron momentos sucesivos de la misma revolución civilizadora.

La lectura clásica, que enfrenta a Rivadavia y Urquiza como exponentes de bandos irreconciliables, oscurece una verdad más profunda: ambos trabajaron para organizar la nación, introducir la modernidad y consolidar un orden basado en la Constitución, la libertad, la igualdad, la educación, la inmigración, la producción y la apertura económica.

Rivadavia y Urquiza no deben ser leídos como adversarios sino como aliados a través del tiempo: uno trazó algunos planos; el otro comenzó a construir los cimientos de la organización nacional.

En ellos descansa buena parte de la larga construcción de la Argentina moderna.

 

Publicado en el diario La Calle el 7 de diciembre de 2025.

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MARK TWAIN, A 190 AÑOS DE SU NACIMIENTO

Por José Antonio Artusi

Samuel Langhorne Clemens, más conocido por su seudónimo, Mark Twain, nació en Florida, Misuri, el 30 de noviembre de 1835 y murió en Redding, Connecticut, el 21 de abril de 1910. Fue un célebre escritor norteamericano.

Si bien las aventuras de Tom Sawyer y Huckleberry Finn constituyen lo más conocido de su obra literaria, su pensamiento, a menudo corrosivo y profundamente inconformista, merece una atención renovada. En ese examen, un nombre emerge con la fuerza de un ancla ideológica en el tempestuoso mar del capitalismo de la Edad Dorada en Estados Unidos: Henry George.

La vida de Mark Twain abarcó el tránsito de un país todavía eminentemente rural a la potencia industrial y financiera del siglo XX. Fue testigo, y a menudo crítico ácido, de la deslumbrante época que él mismo, junto a Charles Dudley Warner, bautizó como "The Gilded Age" (La Edad Dorada). Esta era, brillante en su superficie de progreso técnico y acumulación de riqueza, ocultaba un núcleo podrido de especulación, corrupción y, sobre todo, una creciente inequidad social.

La sátira de Twain, desde “Un yanqui en la corte del rey Arturo” hasta sus ensayos más tardíos y oscuros, no era un mero pasatiempo; era un bisturí sociológico. Su pluma diseccionó la hipocresía religiosa y la noción de que los monopolios y la especulación con los valores de la tierra justificaban la concentración obscena de la riqueza. Aquí es donde su trayectoria converge con la del economista y periodista Henry George.

Henry George, un autodidacta con una vida marcada por la precariedad hasta la publicación de su obra cumbre, se convirtió en una figura de renombre en 1879 con la aparición de “Progreso y Miseria”. El título mismo ya es una tesis: ¿por qué el progreso material por sí solo, lejos de erradicar la pobreza, parece en ocasiones agudizar las diferencias sociales?

George ofreció una respuesta que, en su sencillez y radicalidad, sigue interpelando a nuestra contemporaneidad: la causa de la miseria persistente reside en la apropiación privada de la renta económica de la tierra. Para Henry George, la Tierra y sus recursos son un don de la Creación, un patrimonio común. El valor que emana del crecimiento demográfico, la inversión pública en obras, servicios y equipamientos, y el desarrollo comunitario –lo que hoy llamamos valor locacional o plusvalía urbana– es una renta no ganada.

El georgismo postula, como solución, el Impuesto Único sobre el Valor de la Tierra. No se trata de colectivizar la tierra en el sentido socialista, sino de socializar su valorización producto del esfuerzo de la comunidad en su conjunto. Se trata de que el Estado recaude el valor total de esa renta no ganada, dejando en paz el fruto del trabajo y el capital productivo. Si se recauda con eficiencia este valor generado socialmente, argumentaba George, se podrían eliminar todos los demás impuestos al trabajo, al comercio y a la inversión productiva. Es, en esencia, la defensa de un mercado libre que, sin embargo, debe tener un anclaje ético y distributivo en el patrimonio común. George complementa su propuesta con una contundente defensa del libre comercio por sobre el proteccionismo.  

La relación de Twain con el ideario de George no fue tangencial, sino de una profunda y reflexiva adhesión. Samuel Clemens y Henry George se conocieron en sus años formativos en California, y la admiración mutua se consolidó cuando George alcanzó la fama mundial. Twain se sintió inmediatamente atraído por la lógica implacable de George y por su profunda convicción moral.

Twain vio en la tesis georgista la explicación y el remedio para la enfermedad de la Edad Dorada. La especulación con los valores de la tierra era para él el cáncer que carcomía el tejido social norteamericano. ¿Qué mérito tiene un hombre que se enriquece simplemente poseyendo un terreno sobre el que otros construyen, trabajan y generan valor? Twain sentía el mismo desprecio por el rentista improductivo que George había articulado en términos económicos.

El punto culminante de esta adhesión se encuentra en 1889, cuando Twain –bajo el seudónimo satírico de "Twark Main"– contribuyó con un ensayo titulado "Archimedes" al periódico georgista The Standard, fundado por George. En este mordaz texto, Twain utiliza la famosa palanca de Arquímedes para ilustrar que, si se le diera una palanca para mover el mundo, el peor de los usos sería entregársela a un especulador para que la usara en su beneficio privado. Es una denuncia clara de cómo el derecho absoluto de apropiación de la valorización del suelo se convierte en una herramienta para explotar el trabajo ajeno.

En una carta a William Dean Howells, Twain llegó a decir que el libro de George era "la más grande, la más simple y la más bella de todas las concepciones económicas." No era un simple aplauso; era una convicción intelectual. El georgismo complementaba el republicanismo radical de Twain y su aversión a las oligarquías, ya fueran de cuna o de dinero. Twain entendió que la apropiación privada de la valorización del suelo era la base de una nueva forma de feudalismo.

A 190 años de su nacimiento, la sátira de Mark Twain sigue teniendo una actualidad notable. Y su afinidad con Henry George nos obliga a mirar el espejo de nuestra propia realidad. ¿Acaso no es la concentración de la renta inmobiliaria y la especulación sobre el suelo urbano uno de los grandes generadores de desigualdad en nuestros países, incluidos el nuestro?

En muchas ciudades, la inversión pública en infraestructura se traduce inmediatamente en un aumento del valor de la tierra que rodea la obra. Ese aumento de valor –esa renta no ganada– no revierte a la comunidad que lo generó, sino que engrosa el patrimonio de los propietarios del suelo. Esto crea un círculo vicioso: la necesidad de financiar el progreso mediante impuestos al trabajo y a la producción, regresivos y distorsivos.

El siglo XX nos alejó del debate sobre el georgismo, desplazado por las grandes narrativas de la economía neoclásica y el socialismo de Estado. Sin embargo, la crisis de la vivienda, la persistencia de la pobreza, la exclusión social y la hiperconcentración de la riqueza nos devuelven al punto de partida de Henry George.

La efeméride puede ser una buena excusa para leer o releer a Mark Twain –no sólo sus ficciones, sino también sus ensayos–, y a través de él, redescubrir la fuerza liberadora del ideario georgista. Twain y George, en el fondo, lucharon por lo mismo: un mundo donde la igualdad de oportunidades no fuera una quimera y donde nadie pudiera vivir del sudor de los demás. El humor irreverente de Mark Twain, aliado con la lógica austera pero potente de Henry George, nos recuerda la necesidad de un sistema fiscal que no castigue la creación de riqueza, sino que recupere para la comunidad aquella riqueza que es, por naturaleza y por derecho, común.

A 190 años de su nacimiento, Mark Twain nos sigue recordando que no puede haber progreso verdadero mientras la miseria persista y mientras el valor creado por la sociedad sea apropiado injustamente por algunos pocos. Una verdad incómoda, y a veces difícil de comprender, pero todavía necesaria.

 

Publicado en el diario La Calle el 30 de noviembre de 2025.

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domingo, 30 de noviembre de 2025

BILL GATES, INDIRA GANDHI, EL CAMBIO CLIMÁTICO Y LA POBREZA

Por José Antonio Artusi

Bill Gates publicó en su blog el 28 de octubre pasado un artículo titulado “Tres duras verdades sobre el clima” (https://www.gatesnotes.com/three-tough-truths-about-climate). El texto comienza enfatizando tres proposiciones que el autor considera que “hay que saber”:

-          “El cambio climático es grave, pero hemos logrado un gran progreso. Debemos seguir apoyando los avances que ayudarán al mundo a alcanzar las cero emisiones netas.

-          Pero no podemos recortar la financiación para la salud y el desarrollo —programas que ayudan a las personas a ser resilientes ante el cambio climático— para conseguirlo.

-          Es hora de situar el bienestar humano en el centro de nuestras estrategias climáticas, lo que incluye reducir a cero la prima verde y mejorar la agricultura y la salud en los países pobres”.

Gates continúa considerando que “existe una visión apocalíptica del cambio climático que dice lo siguiente:

“En unas décadas, un cambio climático catastrófico diezmará la civilización. La evidencia está a nuestro alrededor: basta con observar las olas de calor y las tormentas provocadas por el aumento de las temperaturas globales. Nada importa más que limitar este aumento¨”.

Afortunadamente para todos, esta visión es errónea. Si bien el cambio climático tendrá graves consecuencias, especialmente para las personas en los países más pobres, no conducirá a la desaparición de la humanidad. Las personas podrán vivir y prosperar en la mayoría de los lugares de la Tierra en un futuro previsible. Las proyecciones de emisiones han disminuido y, con las políticas e inversiones adecuadas, la innovación nos permitirá reducirlas aún más.

Desafortunadamente, esta visión apocalíptica está provocando que gran parte de la comunidad climática se centre demasiado en los objetivos de emisiones a corto plazo, desviando recursos de las medidas más efectivas que deberíamos estar implementando para mejorar la vida en un mundo que se calienta.

Aún estamos a tiempo de adoptar una perspectiva diferente y ajustar nuestras estrategias para afrontar el cambio climático. La cumbre mundial sobre el clima del próximo mes en Brasil, conocida como COP30, es un excelente punto de partida, sobre todo porque el liderazgo brasileño en la cumbre prioriza la adaptación al cambio climático y el desarrollo humano.

Esta es una oportunidad para reorientarnos hacia el indicador que debería tener aún más peso que las emisiones y el cambio de temperatura: mejorar la calidad de vida. Nuestro principal objetivo debería ser prevenir el sufrimiento, en particular el de quienes viven en las condiciones más precarias en los países más pobres del mundo.

Si bien el cambio climático afectará más a las personas pobres que a nadie, para la gran mayoría de ellas no será la única ni la mayor amenaza para su vida y bienestar. Los mayores problemas siguen siendo la pobreza y las enfermedades, como siempre. Comprender esto nos permitirá concentrar nuestros limitados recursos en intervenciones que tengan el mayor impacto en las personas más vulnerables.

Más adelante el fundador de Microsoft señala que “en resumen, el cambio climático, las enfermedades y la pobreza son problemas graves. Debemos abordarlos en proporción al sufrimiento que causan. Y debemos usar datos para maximizar el impacto de cada acción que emprendamos. Creo que adoptar las siguientes tres verdades nos ayudará a lograrlo:

-          Verdad 1: El cambio climático es un problema grave, pero no supondrá el fin de la civilización…

-          Verdad 2: La temperatura no es la mejor manera de medir nuestro progreso en materia climática…

-          Verdad 3: La salud y la prosperidad son la mejor defensa contra el cambio climático…”

Finalmente, tras enfatizar que “debemos medir el éxito por nuestro impacto en el bienestar humano, más que por nuestro impacto en la temperatura global, y dicho éxito debe basarse en situar la energía, la salud y la agricultura en el centro de nuestras estrategias”, Bill Gates concluye instando “a la comunidad climática mundial, tanto en la COP30 como en adelante, a que dé un giro estratégico: priorizar aquello que tenga el mayor impacto en el bienestar humano”.

Las reacciones al artículo de Bill Gates titulado han sido intensas, generando debates en medios, redes sociales y entre expertos. Björn Lomborg, un politólogo danés, autor del libro “El ecologista escéptico”, viene alertando hace años acerca de la necesidad de un cambio de enfoque en la materia. Lomborg saludó el pronunciamiento de Bill Gates; en un artículo publicado en el New York Post (https://nypost.com/2025/10/31/opinion/bill-gates-climate-doomer-reversal-is-welcome-and-can-help-save-far-more-lives/) argumentó que “Gates ha ofrecido una reflexión clara: las cumbres climáticas como la COP30 deberían priorizar lo que realmente mejora la vida humana, y no solo perseguir reducciones en las emisiones o las temperaturas. Su punto de vista es, a la vez, oportuno y, francamente, de sentido común. Hace tiempo que defiendo que los responsables políticos siempre deberían preguntarse: ¿Cuál es la manera más inteligente de hacer el mayor bien con recursos limitados? Para miles de millones de personas en el mundo en desarrollo, abordar desafíos inmediatos como la pobreza y las enfermedades es más importante que perseguir objetivos de temperatura a largo plazo. En los países pobres, a los padres no les quita el sueño lograr una reducción de 0,1 °C en un siglo. Les preocupa si sus hijos sobrevivirán a un ataque de malaria o si recibirán una educación digna. Como señala Gates, «los mayores problemas son la pobreza y las enfermedades, como siempre lo han sido». Cada año, más de 7,5 millones de personas en países pobres mueren por enfermedades que podrían prevenirse o tratarse a muy bajo costo. Invertir de forma inteligente en salud, nutrición y educación podría salvar más de 4 millones de vidas anualmente, al tiempo que impulsaría el crecimiento y la resiliencia para el futuro”. 

Continúa Bjorn Lomborg: “El mensaje sensato de Gates se sitúa en la cúspide de un creciente cambio de mentalidad a nivel mundial. Durante años, no se toleraba ninguna diferencia con respecto al conformismo climático dogmático. Reducir drásticamente las emisiones a cualquier precio era el objetivo político primordial. Este mensaje extremista fue repetido hasta la saciedad por el secretario general de las Naciones Unidas, un sinfín de políticos y un ejército de celebridades que intentaban imponer su postura. Cualquiera que cuestionara la magnitud de la amenaza climática o expresara escepticismo ante las costosas políticas era ridiculizado como un «negacionista del clima».”

Y concluye señalando que “lo que los activistas ecologistas plantean esencialmente es que las personas pobres necesitan, ante todo, reducciones de emisiones, antes que más alimentos, medicinas o vías para salir de la pobreza. Bill Gates ha rebatido esta idea, instándonos a centrarnos en lo que realmente ayuda. Una cumbre climática centrada en el bienestar humano reconocería que impulsar la prosperidad es una de las mejores respuestas políticas al cambio climático, ya que fortalece la resiliencia de las personas. Como con cualquier política, debemos abordar el cambio climático centrándonos en lo que genera el mayor impacto”.

Frente a las expresiones de Gates y Lomborg es oportuno recordar las palabras de Indira Gandhi en 1972 en la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Humano de Estocolmo, cuando advirtió al mundo, y en especial a los países desarrollados, que "no hay peor forma de contaminación que la pobreza". 

  

Publicado en el diario La Calle el 23 de noviembre de 2025.

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lunes, 17 de noviembre de 2025

“EL 20 DE NOVIEMBRE ES TACUARA”


Por José Antonio Artusi

El 20 de noviembre se conmemora en Argentina el combate de la Vuelta de Obligado, que se libró en 1845. El Movimiento Nacionalista Tacuara adoptó la fecha en la década del 60 del siglo pasado como una efeméride central en el marco de sus actividades proselitistas. Este movimiento de extrema derecha fusionaba elementos del fascismo con el nacionalismo católico integrista y el revisionismo histórico, rechazando la democracia liberal y oponiéndose tanto al comunismo como al capitalismo. El antisemitismo, cierto conservadorismo social y el culto a la violencia también eran rasgos distintivos de su marco ideológico y su cultura política. La consigna "El 20 de noviembre es Tacuara" buscaba apropiarse de la efeméride, marcando una alternativa a las celebraciones históricas tradicionales y promoviendo su propia visión y protagonismo.

María Valeria Galván señala que “fechas importantes para la agrupación fueron el 20 de noviembre”, que se evocaba como el “Día de la Soberanía Nacional” … “cuando se realizaban actos conmemorativos y desfiles en los que no faltaban el despliegue de cruces, vítores, uniformes, la distribución de panfletos y el saludo romano”. También recuerda esta autora que “el 20 de noviembre de 1964, un grupo de afiliados al MNT —bajo el liderazgo de Juan Mario Collins— colgaron tres banderas en el Cabildo, con el fin de conmemorar el Día de la Soberanía Nacional, mientras sus compañeros vitoreaban afuera “San Martin-Rosas-Perón”.”

Juan Manuel Padrón apunta que “desde sus orígenes y especialmente después de 1962, los actos y mítines en recordación del “Día de la barbarie” –11 de septiembre– y el “Día de la soberanía nacional” –20 de noviembre–, se convirtieron en dos momentos en que Tacuara lograba movilizar millares de jóvenes en Buenos Aires, en actos que terminaban inexorablemente en violentos enfrentamientos con las fuerzas de seguridad o en un raid contra comercios judíos… El “Día de la barbarie” había sido instaurado en respuesta a los actos que se realizaban en homenaje a Domingo Faustino Sarmiento, en el aniversario de su muerte, figura del liberalismo decimonónico denostada por Tacuara y el nacionalismo argentino”.

Veamos su propia interpretación. En un artículo titulado “Soberanía o muerte”, publicado en noviembre de 1962, en “Ofensiva”, órgano oficial del Departamento de Formación del Movimiento Nacionalista Tacuara, se puede leer lo siguiente: “El 20 de noviembre se cumple un nuevo aniversario del combate de la Vuelta de Obligado… El Nacionalismo ha instituido esta fecha como el “Día de la Soberanía”. Tacuara quiere hacerla suya frente al silencio sistemático de los traidores de ayer y hoy y hacer vibrar a todos los argentinos con el ejemplo y la vivencia de la gesta heroica de Obligado”.  El final del texto no deja lugar a dudas acerca de la ideología de sus autores: “… necesitamos mirar para atrás los que creemos que a la Patria no se la defiende con papeletas, sino con tacuaras, cadenas y cañones viejos, con piedras o con aceite hirviendo. Los que creemos que las armas de la Patria deben apuntar para afuera y el degüello para los traidores de adentro. Los que afirmamos que hoy como entonces, en lugar de tanto palabrerío democrático y tanta imbecilidad liberal, hace falta la mano fuerte de un hombre macho, de un caudillo criollo, para conducir los destinos de esta Nación que ha dejado de serlo”.

Celina Albornoz considera que “el antiimperialismo y la defensa de la soberanía como vertebradores del MNT… se plasma en la centralidad que ocupaba en su imaginario la batalla de la Vuelta de Obligado como evento simbólico…; y transcribe las declaraciones de uno de sus integrantes: “Gutiérrez Rivero, en la entrevista publicada en YouTube, afirma: El “día de la soberanía”, el 20 de noviembre es producto de Tacuara. Hubo un jefe de prensa y propaganda de Tacuara que se llamaba Luis Ángel Barbieri, que murió, que inventó en el año 62, “el 20 de noviembre es Tacuara”. Y empezamos a hacer pegatinas “el 20 de noviembre es Tacuara”.”

Curiosamente, el destino quiso que el 20 de noviembre tuviera también otros significados para Tacuara. En el calendario histórico hay fechas que parecen tejidas por un hilo invisible de coincidencias, cargadas de simbolismo y capaces de unir eventos separados por siglos y océanos. El 20 de noviembre es una de ellas. En esta jornada se conmemora el Combate de la Vuelta de Obligado, pero también es el día de la muerte de dos figuras centrales del falangismo español: José Antonio Primo de Rivera y Francisco Franco Bahamonde.

El 20 de noviembre de 1936, en plena Guerra Civil Española, José Antonio Primo de Rivera fue ejecutado en la prisión de Alicante por un pelotón de fusilamiento republicano. Hijo del dictador Miguel Primo de Rivera, José Antonio había fundado en 1933 la Falange Española, un movimiento inspirado en el fascismo italiano de Mussolini, pero adaptado al catolicismo y al nacionalismo hispano. Primo de Rivera fue arrestado en marzo de 1936, antes del alzamiento franquista, y juzgado en noviembre por conspiración contra la República. Condenado a muerte, enfrentó su fin con estoicismo, convirtiéndose en mártir para los falangistas.

Casi cuatro décadas más tarde, el 20 de noviembre de 1975, Francisco Franco falleció tras una agonía prolongada. El "Caudillo" había gobernado España con mano de hierro desde 1939, tras vencer en la Guerra Civil. Tacuara encontró inspiración en el falangismo de Primo de Rivera, y - en mucho menor medida- en el autoritarismo franquista.

Ya hemos dicho (ver “El 20 de noviembre”, publicado el 12 de noviembre de 2023), que, contrariando la impostura de festejarlo como una heroica gesta nacional, “celebrar la Vuelta de Obligado equivale a reivindicar el centralismo porteño en detrimento de los intereses de las provincias del interior, el autoritarismo mesiánico que habilita a un dictador a decidir quién puede comerciar y quién no, el proteccionismo absurdo que perjudica a la enorme mayoría de los trabajadores y consumidores y favorece a una pequeña camarilla de seudo empresarios vinculados al gobierno de turno. Reivindicar ese combate como una gesta fundante de nuestra soberanía significa renunciar a reconocer las ventajas del libre comercio, de la libre navegación de los ríos y de la integración virtuosa al mundo como pilares de una sociedad abierta, próspera, tolerante y progresista”.

Como bien señaló José Luis Romero, el régimen rosista “extremó los términos del antiguo monopolio y acentuó el empobrecimiento de las provincias interiores, aisladas por sus aduanas interprovinciales”.

Algún día será menester derogar la absurda ley nacional 20.770, de 1974, por la que se declara “Día de la Soberanía” el 20 de noviembre de cada año, y el decreto 1584 de 2010 que estableció ese día como feriado nacional. Constituyen una de las tantas zonceras que hemos naturalizado.

 

Fuentes:

Albornoz, Cecilia Inés. " La derecha nacionalista argentina en perspectiva transnacional : historia y memoria del Movimiento Nacionalista Tacuara (1957-1973)." Repositorio Institucional de la UNSAM. 2021. https://ri.unsam.edu.ar/handle/123456789/1672.

Galván, María Valeria. "El Movimiento Nacionalista Tacuara y sus agrupaciones derivadas : una aproximación desde la historia cultural." Repositorio Institucional de la UNSAM. 2008. https://ri.unsam.edu.ar/handle/123456789/56.

Padrón, Juan Manuel. "¡Ni yanquis, ni marxistas! nacionalistas". Los Polvorines: Editorial de la Universidad Nacional de General Sarmiento, 2017.

Romero, José Luis. Breve Historia de la Argentina. Buenos Aires: Huemul, 1986.

 

Publicado en el diario La Calle el 16 de noviembre de 2025.

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domingo, 16 de noviembre de 2025

EL CENTRO CULTURAL URQUIZA PRESENTE EN LA NOCHE DE LOS MUSEOS DE CONCEPCIÓN DEL URUGUAY



En el marco de la nutrida agenda prevista en la “Noche de los Museos” en Concepción del Uruguay, el Centro Cultural “Justo José de Urquiza” participó el viernes 14 en sendas actividades que contaron con la asistencia de numeroso público y contribuyeron al éxito de la iniciativa, que demuestra una vez más la vitalidad cultural de la Capital Histórica de Entre Ríos.

En primer lugar, en la Biblioteca Popular “La Buena Lectura”, tuvo lugar a partir de las 19.15 una charla sobre “El Art Deco en Argentina”, a cargo del arquitecto Carlos Canavessi. Cabe señalar que el arquitecto Canavessi es el autor de un panel que formó parte de una exposición sobre “Art Déco en Argentina”, inaugurada el 4 de noviembre en el sitio arqueológico La Cisterna, ubicado en el Casco Histórico de la Ciudad de Buenos Aires. La muestra es una iniciativa conjunta del Centro de Documentación de Arquitectura Latinoamericana (CEDODAL), la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), la Biblioteca del Congreso de la Nación y la Dirección General de Patrimonio, Museos y Casco Histórico del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. La muestra se organiza en paneles temáticos que presentan obras representativas del Art Déco argentino, acompañadas por información de autoría, ubicación y contexto histórico. Los ejes abarcan desde la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales Modernas de París (1925) hasta recorridos por la producción de figuras destacadas y estudios regionales sobre Buenos Aires, Bahía Blanca, Santa Fe, Rosario, Concepción del Uruguay, Córdoba, Mendoza y Tucumán. El edificio de la Biblioteca Popular “La Buena Lectura” es uno de los exponentes más significativos del estilo en nuestra ciudad.

Más tarde, a partir de las 20.15, el Salón “Alejo Peyret” del Colegio del Uruguay fue el ámbito en el que se presentó el libro “Los pasos de Teresa”, de la escritora paranaense Inés Ghiggi. La actividad estuvo organizada por el Centro Cultural Urquiza y la Asociación de Ex Alumnos del Colegio del Uruguay y contó con la colaboración de la Municipalidad de Concepción del Uruguay. La obra se trata de una biografía teatral de Teresa Ratto, primera bachiller argentina y primera médica entrerriana. Laura Erpen considera en el prólogo que se trata de una “singular, valiosa e indispensable obra dramática”. El libro propone un abordaje original, que combina rigor histórico con sensibilidad artística para recrear los pasos de esta destacada uruguayense que abrió caminos en la sociedad de su tiempo.  Teresa Ratto ejerció su vocación por la medicina con profundo compromiso social, impulsando campañas sanitarias, brindando atención a los sectores más humildes y promoviendo la participación de las mujeres en la vida pública, académica y laboral. Su legado trasciende el campo de la salud; representa la determinación, la lucha por la igualdad de oportunidades y el compromiso solidario con la comunidad.

Tras las palabras de bienvenida de Hugo Barreto, presidente del CCU, se interpretó por parte de la autora y un elenco actoral de la ciudad de Paraná (Virginia Rodríguez, Jorge Calcina y Ali Martino Granada) un breve fragmento de la obra.  Posteriormente Carlos Ratto y Virginia Civetta acompañaron a Inés Ghiggi en un conversatorio en el que dialogaron sobre la construcción del texto, la vigencia del legado de Teresa Ratto y la necesidad de mantener viva su memoria.

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lunes, 10 de noviembre de 2025

A 36 AÑOS DE LA CAÍDA DEL MURO DE BERLÍN

Por José Antonio Artusi

Hoy lo que queda del muro de Berlín es tanto una inofensiva atracción turística como un testimonio del pasado que permite recordar los años en los que la ciudad estuvo divida por una peligrosa frontera prácticamente imposible de cruzar. Hace 36 años, el 9 de noviembre de 1989, el mundo fue testigo de un acontecimiento que cambiaría el curso de la historia: la caída del Muro de Berlín. Este muro, que durante 28 años dividió la ciudad en dos partes, se convirtió en un símbolo de la Guerra Fría.

Pero este evento histórico no solo marcó el fin de una era en Europa, sino que también representó una profunda transformación urbana, simbolizando la reunificación de una ciudad dividida por ideologías contrapuestas. Construido en 1961 por la República Democrática Alemana (RDA) para frenar la emigración masiva hacia el Oeste, el Muro se convirtió en un emblema de opresión, separando familias, barrios y vidas durante casi tres décadas. Su caída, impulsada por protestas pacíficas y presiones geopolíticas, abrió las puertas a una nueva era de integración urbana y social.

En el contexto de la posguerra, Berlín quedó dividida en cuatro sectores controlados por las potencias aliadas: Estados Unidos, Reino Unido, Francia y la Unión Soviética. La tensión escaló con la creación de la República Democrática Alemana (comunista) en 1949, y el éxodo de más de 2.5 millones de personas hacia la República Federal de Alemania (RFA) entre 1949 y 1961 amenazó la estabilidad del régimen comunista. La noche del 12 al 13 de agosto de 1961, se erigió el muro inicial de alambre de púas, evolucionando rápidamente a una barrera de hormigón de 3.6 metros de altura, fortificada con torres de vigilancia, minas y perros guardianes. Esta "franja de la muerte" no solo partió la ciudad en dos, sino que alteró su tejido urbano: calles truncadas, estaciones de metro cerradas y vecindarios fantasma, como el de Potsdamer Platz, que se convirtió en un páramo desolado.

La caída del Muro fue precipitada por una serie de eventos en 1989: las reformas de Mijaíl Gorbachov en la URSS (glasnost y perestroika), las protestas en Leipzig y otras ciudades de la RDA, etc. El 9 de noviembre miles de berlineses del Este se congregaron en los puestos de control, y ante la presión popular, los guardias abrieron las puertas sin disparar un tiro. Las escenas de júbilo, con personas trepando el Muro y martillándolo, simbolizaron el triunfo de la libertad sobre la tiranía. Al año siguiente, el 3 de octubre de 1990, se formalizó la reunificación alemana, iniciando un proceso de integración que requirió inversiones masivas en infraestructura.

Desde una perspectiva urbana, la caída del Muro impulsó una de las reconstrucciones más ambiciosas de la historia moderna. El gobierno alemán invirtió miles de millones en cerrar la brecha: se demolieron secciones del Muro, preservando otras como memoriales, y se revitalizaron áreas abandonadas. Esta transformación adoptó principios de urbanismo sostenible, priorizando el transporte público, ciclovías y parques lineales a lo largo de la antigua franja, como el Mauerpark. Berlín se convirtió en un laboratorio de innovación urbana, integrando el patrimonio histórico con la modernidad, y promoviendo la inclusión social en barrios previamente segregados.

La reunificación impulsó un ambicioso programa de renovación urbana para superar la división impuesta por el Muro, que había dejado extensas "zonas muertas" y una infraestructura fragmentada. Áreas como Potsdamer Platz, antes un desierto urbano dividido por el Muro desde 1961, se convirtieron en centros comerciales y de oficinas con rascacielos modernos, diseñados mediante concursos internacionales y financiados por inversores privados. Este desarrollo, completado en los años 90, simbolizó el nuevo escenario de la Berlín unida.

Además, iniciativas como el Berliner Mauerweg (Sendero del Muro de Berlín, 2002-2006) crearon rutas recreativas que recorren 160 km de antiguos trazados fronterizos, fomentando la movilidad sostenible.

En el Este, la renovación se centró en restaurar barrios históricos descuidados durante la RDA (República Democrática Alemana), como Prenzlauer Berg o Nikolaiviertel, que en los 80 ya habían sido remodelados con estilos históricos para el 750 aniversario de Berlín.

Tras la reunificación, estos se convirtieron en zonas residenciales y comerciales de lujo. En el Oeste, se priorizó infraestructura moderna, aunque la continuidad en políticas urbanas fue notable, con exclusión de planificadores del Este en decisiones clave.

Este impacto generó un boom económico y cultural, convirtiendo Berlín en una "ciudad de cultura" con espacios adaptados a necesidades contemporáneas, pero también críticas por desigualdades y pérdida de identidad local.

La reunificación aceleró la valoración del patrimonio como herramienta de identidad unificada, pero generó tensiones entre conservación, demolición y reconstrucción. Se preservó el legado de la división como memoria colectiva, mientras se restauraban elementos históricos, aunque con debates ideológicos.

Sitios como el Memorial del Muro de Berlín en Bernauer Strasse conservaron segmentos del Muro, franjas de la muerte y torres de vigilancia, integrados con exposiciones educativas y la Capilla de la Reconciliación para fomentar reflexión y duelo. La East Side Gallery, el tramo más largo restante, se convirtió en galería al aire libre con murales restaurados por artistas, valorizando el arte como expresión de libertad.

La reconstrucción del Palacio Imperial de Berlín (destruido en 1945, reconstruido como Humboldt Forum en 2022) fue controvertida: implicó demoler el Palacio de la República (edificio racionalista de la RDA) en 2006, borrando la herencia socialista por una reconstrucción historicista. La recreación parcial del palacio barroco destruido, ahora un centro cultural, integra fachadas históricas con interiores modernos, cerrando el ciclo de la reunificación.

Algunas de los edificios más icónicos y representativos, construidos o renovados después de la reunificación son la Cúpula del Reichstag, de 1999, obra de Norman Foster, donde la renovación del edificio histórico del Parlamento Alemán incluyó una cúpula de vidrio que simboliza la transparencia en la Alemania unida.

A su vez, perduran algunos edificios que como testimonio de la Berlín Comunista. Muchos sobreviven como recordatorios de la división de la ciudad. Aunque algunos como el Palacio de la República fueron demolidos en 2008, otros permanecen intactos o reconvertidos: la Torre de Televisión en Alexanderplatz, de 1969, por ejemplo, el ícono más alto de Berlín simboliza el orgullo tecnológico de la RDA.

La reunificación catalizó una Berlín más integrada y atractiva, pero el patrimonio se valorizó selectivamente: preservando la memoria de la división como activo cultural, restaurando lo histórico pre-1945, y a veces sacrificando elementos de la era socialista. Esto refleja un proceso complejo, donde la arquitectura y el urbanismo sirvieron como puente entre pasado y futuro.

La caída del Muro tuvo consecuencias profundas y duraderas. Marcó el fin de la Guerra Fría y el comienzo de una nueva era de cooperación internacional pero también de nuevos conflictos y contradicciones. Hoy, a 36 años de aquellos sucesos, la caída del Muro de Berlín sigue siendo un recordatorio poderoso de la necesidad de valorar y cuidar cotidianamente la libertad y la democracia. Y nos recuerda que incluso lo que en algún momento parece imposible puede ser logrado con determinación y perseverancia.

 

Publicado en el diario La Calle el 9 de noviembre de 2025.

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jueves, 6 de noviembre de 2025

LA LÍNEA F DEL SUBTE DE BUENOS AIRES: UNA OPORTUNIDAD EXTRAORDINARIA PARA EL DESARROLLO URBANO SOSTENIBLE Y EQUITATIVO

Por José Antonio Artusi

La Ciudad de Buenos Aires se encuentra ante una oportunidad histórica con motivo del anuncio de la licitación para la construcción de la nueva Línea F del subte. Esta línea conectará los barrios de Barracas en el sur con Palermo en el norte, y contará con 12 estaciones.

Esta obra de infraestructura no solo mejorará la movilidad urbana, reduciendo tiempos de viaje y descongestionando el tráfico, sino que también generará una valorización extraordinaria del suelo en las áreas adyacentes. Propiedades cercanas a las estaciones tendrán incrementos significativos en su valor. Esta valorización se debe a la mayor accesibilidad y conectividad que brindará la nueva línea, lo que atraerá inversiones, aumentará la demanda de propiedades y mejorará la calidad de vida de los habitantes.

El Gobierno de la Ciudad tiene la posibilidad de capturar esta plusvalía —el aumento en el valor del suelo generado por inversión pública— y reinvertirla en proyectos de desarrollo urbano sostenible y equitativo. Esto incluye mejoras en espacios verdes, vivienda asequible, transporte, infraestructura de servicios públicos y equipamiento comunitario. En un contexto de presupuestos ajustados y crecientes demandas urbanas, la recuperación o captura de la valorización del suelo emerge como una herramienta estratégica.

La recuperación de las plusvalías del suelo se basa en el principio de que las inversiones públicas, como la construcción de líneas de transporte, generan beneficios al aumentar el valor de las tierras cercanas. Es de sentido común entender que esta valorización generada por la comunidad debe ser recuperada por el sector público para financiar obras y servicios para la sociedad en su conjunto, asegurando que los beneficios se distribuyan equitativamente, y no que vaya a enriquecer sin justa causa a los propietarios del suelo, que sin mover un dedo ven como de pronto sus parcelas incrementan de manera significativa su valor. Esto no es nuevo, ni ajeno a las mejores tradiciones del liberalismo económico; ya lo plantearon en su momento Adam Smith, John Stuart Mill, Winston Churchill y Henry George, entre otros.

Diversas herramientas, desde la sencilla y conocida contribución por mejoras o el impuesto al suelo, hasta mecanismos más complejos como tasas de impacto, impuestos incrementales y subastas de derechos de construcción, permiten recuperar y reinvertir estos incrementos.

Aplicado al transporte, la recuperación de plusvalías urbanas ha demostrado ser efectiva para financiar obras de infraestructura. El Instituto Lincoln de Políticas de Suelo destaca que inversiones en estaciones de subte o tren elevan el valor del suelo en un radio de hasta 1 kilómetro, generando ingresos que pueden cubrir costos de construcción y operación.

La recuperación de plusvalías urbanas no solo puede financiar la infraestructura de movilidad, sino que puede también promover el desarrollo orientado al transporte (TOD, por sus siglas en inglés), integrando vivienda, comercio y espacios públicos para reducir la dependencia del automóvil y fomentar la equidad social.

Buenos Aires cuenta con una rica historia en expansión de su red de subte, inaugurada en 1913 como la primera en América del Sur. Durante la década de 1980 se impulsaron extensiones como parte de planes de revitalización urbana. Estas ampliaciones, aunque limitadas, demostraron el potencial transformador del subte: mejoraron la conectividad de algunas áreas y estimularon el desarrollo económico local. Y se utilizó para ello el instrumento del incremento temporal de la tasa del impuesto inmobiliario. La ley 23514 de 1987 creó un fondo especial fijando un recargo del 5% para toda la ciudad y un adicional del 2.4% para las propiedades ubicadas en un radio de 400 metros desde las estaciones. En 2012 ese fondo representó 750 millones de dólares. Cabe enfatizar que, al igual que en todos los demás distritos de la República Argentina, el impuesto inmobiliario (en rigor de verdad, la combinación de dos impuestos, uno bueno que grava el valor del suelo y uno malo que grava las mejoras y construcciones) representa un porcentaje muy poco significativo de la recaudación impositiva, en la que prima esa gabela medieval distorsiva y regresiva conocida como “ingresos brutos”. El economista liberal Eduardo Conesa ha demostrado que el impuesto al valor venal de la tierra libre de mejoras en el caso de la Ciudad de Buenos Aires permitiría por sí solo recaudar tanto como todos los impuestos que aplica su gobierno; sería la utopía del “impuesto único” de los fisiócratas franceses del siglo XVIII hecha realidad.          

Varias ciudades han utilizado exitosamente la recuperación de plusvalías urbanas para financiar expansiones de tránsito, ofreciendo modelos para Buenos Aires. Hong Kong es un caso emblemático: integra el desarrollo inmobiliario con el transporte, capturando plusvalía a través de ventas y arrendamientos de propiedades sobre estaciones. Esto ha financiado una red de transporte público eficiente que cubre un altísimo porcentaje de los viajes motorizados, con reinversión en vivienda asequible y espacios públicos verdes. En América Latina, Bogotá implementó un mecanismo de recuperación de plusvalías en su sistema de Bus Rapid Transit denominado TransMilenio, mediante contribuciones por mejoras que capturaron el alza en valores del suelo. Esto permitió expandir la red e invertir en vivienda social y ciclovías, reduciendo desigualdades. En São Paulo, Brasil, el uso de certificados de potencial adicional de construcción (CEPACs) ha financiado diversas obras, con fondos reinvertidos en proyectos de viviendas, parques, etc. Singapur ofrece otro ejemplo: recupera plusvalías mediante subastas de derechos de desarrollo, financiando una red de metro integrada que prioriza la equidad y la sostenibilidad ambiental.

Estos casos demuestran que la recuperación de plusvalías no solo es viable, sino que genera círculos virtuosos de inversión privada en economías capitalistas.

Para recuperar la plusvalía de la Línea F, el Gobierno de la Ciudad podría adoptar un sistema integrado de instrumentos tributarios y no tributarios inspirado en estos ejemplos.

Escapa a los alcances de un artículo periodístico analizar en profundidad cuales deberían ser las herramientas concretas que podrían utilizarse, pero a priori podría evaluarse una combinación de instrumentos articulados a su vez en el marco de una reforma tributaria que elimine impuestos distorsivos y grave la valorización del suelo libre de mejoras, que siempre es producto de acciones ajenas al propietario. Sólo a modo de ejemplo, podríamos pensar en contribuciones especiales por mejoras, distritos de financiamiento incremental del impuesto inmobiliario, concesión onerosa de edificabilidad adicional como en São Paulo, etc. De hecho, la Ciudad de Buenos Aires ya cuenta con un instrumento similar en su normativa, conocido precisamente como “plusvalía”.

La reinversión debe priorizar la sostenibilidad y equidad: fondos para crear corredores verdes a lo largo de la línea, mejorar las condiciones de barrios más postergados, promover la integración socio-urbana de barrios populares, etc. Es importante evitar que el desarrollo urbano expulse familias vulnerables, por lo que debería incluirse un ambicioso programa de construcción de viviendas.

La Línea F representa una ventana de oportunidades para que Buenos Aires comience a transformar radicalmente su política urbanística. Aprendiendo de la experiencia propia y de éxitos y fracasos de otras latitudes, la ciudad puede encarar un proceso de desarrollo sostenible que beneficie a todos, y que sería un valiosísimo ejemplo para el país en su conjunto.


Publicado en el diario La Calle el 2 de noviembre de 2025. 

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