Por José Antonio Artusi
Las empresas petroleras, integrantes de uno de los oligopolios más voraces y poderosos, encabezadas por Repsol-Eskenazi (YPF es otra cosa), han dispuesto recientemente un aumento de más del 5 % en el precio de los combustibles líquidos, lo que hace superar el 35% el incremento de las naftas en lo que va del año.
La medida, combinada con un descarado chantaje a la sociedad en su conjunto en forma de desabastecimiento, viola flagrantemente recientes disposiciones del Secretario Moreno, que parece que no es tan "malevo" como para citar a los ejecutivos de estas empresas para reclamarles, simplemente, que cumplan las normas vigentes, de por sí insuficientes y altamente favorables a sus intereses. Como si esto fuera poco, el aumento de precios tampoco ha solucionado el desabastecimiento. Los falaces argumentos que exhiben las petroleras para intentar justificar los aumentos son excusas inaceptables. Han dejado de invertir de una manera escandalosa, sólo se preocupan por exportar a precios internacionales y por remitir al exterior sus cuantiosas rentas.
Está absolutamente claro que hemos perdido en la Argentina la soberanía energética. Unas pocas empresas tienen más poder que el Estado, en este caso más "bobo" que nunca. No habrá solución a este problema hasta tanto no se tome la determinación de revertir la política entreguista que inició Menem y continuaron y profundizaron los Kirchner. Es imperioso que el Estado ejerza un rol activo, en pos de recuperar la renta petrolera al servicio del desarrollo nacional con autodeterminación. Hay que volver a tener una empresa estatal y nacional de hidrocarburos como fue la verdadera YPF que crearon, de la nada, Yrigoyen, Alvear y Mosconi, convirtiéndola en una década en la petrolera más importante de Sudamérica y revirtiendo de esa manera la igoniminiosa dominación que ejercían empresas extranjeras sobre nuestra economía. En Uruguay, en Brasil, y en Noruega, por poner sólo algunos ejemplos, estas cuestiones no se discuten. En buena medida, siguieron nuestro ejemplo. Habrá que volver a las fuentes, para demostrar que las empresas del Estado, sin renegar de la inversión privada de riesgo en el marco de políticas claramente fijadas por el Estado nacional en defensa del interés público, pueden ser organismos modernos y transparentes, eficaces y eficientes. Es uno de los grandes desafíos de la sociedad argentina. Sin energía no hay desarrollo, y sin desarrollo no podremos terminar con la pobreza y la marginación.-
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